En mi extensa investigación sobre los encuentros cercanos con OVNIs he llegado a la conclusión de que estamos frente a una realidad mucho más compleja y fascinante de lo que inicialmente imaginamos. No creo que estemos simplemente ante visitas de naves extraterrestres provenientes de otros planetas como ha sugerido la estética del fenómeno desde prácticamente sus inicios. Lo que realmente está ocurriendo detrás de estas observaciones anómalas, con una escenografía que puede llevar a la confusión, podría ser consecuencia de una interacción con lo que he denominado un "agente externo" o inteligencia que va mucho más allá de nuestras concepciones tradicionales sobre lo que constituye vida alienígena o tecnología avanzada. Este agente externo, en mi opinión, no es un ser físico que llega desde alguna galaxia distante, una dimensión paralela o desde nuestro futuro lejano. Más bien, parece algún tipo de fuerza que no solo tiene la capacidad de distorsionar nuestra realidad y percepción, sino que además y esto es lo más importante puede reconfigurar nuestro sistema operativo mental. Me explico.
A lo largo de mis estudios he observado que estos fenómenos no solo alteran la visión del testigo, sino que también afectan su psique, sus emociones, e incluso pueden modificar el entorno físico hasta límites que han escapado a nuestro entendimiento Así mismo, las anomalías espacio-temporales también constituyen una constante en este tipo de encuentros, donde la sensación de aislamiento y la distorsión temporal, ya sea a través de la dilatación o contracción del tiempo, se repiten de manera constante. Estas experiencias parecen distanciarse de lo que normalmente entendemos como la realidad cotidiana, sumergiendo a quienes las experimentan en una "dimensión alternativa" donde el tiempo deja de comportarse según las leyes que conocemos. El sentido de desorientación temporal, donde horas pueden parecer minutos o viceversa, añade un matiz de alta extrañeza que acompaña a estos fenómenos y que muchos estudiosos catalogaban como "tiempo perdido". Pero desde mi particular óptica estas acusadas anomalías temporales, más allá de encubrir tiempos perdidos (memoria borrada a los testigos), podría ser una consecuencia de la exposición a estas manifestaciones que de alguna manera pueden alterar el espacio tiempo sin que necesariamente conlleve esa pérdida de tiempo, simplemente el tiempo transcurre de otro modo.
Una de las claves que he planteado en mis diferentes trabajos es el papel crucial que juega el testigo en estas experiencias. Como he comentado en infinidad de ocasiones no creo que los seres humanos sean meros observadores pasivos ante este desconcertante fenómeno de alto contenido visionario. No al menos ante cierta fase del fenómeno, donde precisamente se despliega una mayor extrañeza, y donde parece haber implícito algún tipo de interacción psíquica. Por tanto los testigos no son cronistas casuales. Todo lo contrario: sus creencias, temores, cultura y expectativas influyen directamente en la forma en que el agente externo se manifiesta en nuestro entorno. Es como si esta inteligencia se adaptara configurando la experiencia para que se alinee con el bagaje psicológico y cultural de cada individuo. Esta interacción dinámica entre el testigo y el fenómeno explicaría la enorme diversidad de relatos, a veces contradictorios entre ellos, que han desconcertado a los investigadores durante décadas. Lo más asombroso es que este agente externo no es algo nuevo como ya han apuntado diversos estudiosos. Si examinamos con atención, podemos rastrear su presencia en muchos folclores de la humanidad a lo largo de los siglos, donde los encuentros con seres, entidades y criaturas de todo pelaje han sido una constante. Además todas estas visiones parecían señalar en la dirección de que el fenómeno tenía una extremada facilidad para llegar hasta los testigos, como si su origen estuviera a la vuelta de la esquina. Ni demasiado lejos, ni demasiado cerca. Apariciones marianas, encuentros con seres elementales, e incluso ciertas experiencias místicas y religiosas podrían estar relacionadas con la misma entidad que hoy identificamos como parte del fenómeno OVNI, otorgándole un faceta tecnológica. Este agente externo parece operar en una frontera ambigua entre lo físico y lo psíquico, lo que hace que sus manifestaciones sean difíciles de encasillar bajo los paradigmas científicos que manejamos actualmente.
Otro punto que considero esencial es que este agente externo no solo influye en la mente del observador o los observadores, sino que también puede alterar la realidad física que lo/s rodea. He recopilado numerosos testimonios en los que los testigos reportan cambios en su entorno, rastros físicos y, en algunos casos, incluso importantes y rastreables alteraciones en su estado de salud tras un encuentro. Esto indica que el agente externo no solo afecta la percepción, sino que tiene un poder real para manipular el mundo físico de maneras que aún no comprendemos. Esto me ha llevado a sospechar que todo podría estar vinculado a una misma fuente, a un agente externo indeterminado que se manifiesta o quizás es percibido o decodificado de distintas formas según las circunstancias y la interpretación cultural de los testigos arrastrando una amplia fenomenología. Lamentablemente, la ciencia actual aún no ha sido capaz de abordar estos sucesos con la amplitud que requieren. La obsesión por encontrar respuestas exclusivamente en términos de tecnología extraterrestre o explicaciones físicas o psicológicas convencionales ha limitado nuestra capacidad para comprender y profundizar en la verdadera naturaleza de lo que estamos enfrentando. Y es que para avanzar en el estudio de estas manifestaciones, necesitamos adoptar un enfoque más amplio, que considere no solo los aspectos mecánicos o físicos, sino también las ciencias sociales, la psicología y la antropología.
Una de las analogías más llamativas que empleo para entender la interacción entre el agente externo y la psique de los testigos es la de un software que recibe una actualización avanzada e imprevista, para la que no siempre estamos equipados. Al igual que en un sistema informático, el agente externo parece "descargar" sobre los observadores información a través de impulsos visuales y sensoriales. En ese proceso, el ser humano se convierte en una especie de "terminal" conectada a una fuente superior que trabaja con códigos muy avanzados y desconocidos. Esto podría explicar por qué las experiencias de cada persona, aunque similares en apariencia, son en realidad profundamente distintas entre sí, en lo estético y en las posibles repercusiones. El fenómeno parece reconfigurarse constantemente, ajustando su manifestación al "sistema operativo" mental y perceptivo de cada individuo, algo que ha desconcertado a investigadores durante más de 70 años que intentaban en vano estabilizar la apariencia de los ufonautas y sus naves en una foto fija. Siguiendo con el símil, durante esta "actualización", se establece una especie de transferencia de información entre el testigo y el fenómeno, pero este proceso puede inducir un impacto tan abrumador que la psique humana puede quedar temporalmente colapsada o turbada. De hecho, no es raro que el organismo físico sufra consecuencias como parálisis, ceguera temporal, acúfenos (ruidos o zumbidos en los oídos) o incluso otras formas de alteraciones fisiológicas. Es importante subrayar que no todas los "terminales" reaccionan de la misma manera ante esta injerencia externa. Algunas personas pueden experimentar efectos negativos, mientras que otras, curiosamente, pueden encontrar una mejora en su estado físico o emocional, como si el fenómeno no solo influyera en sus mentes, sino también en sus cuerpos. Esto lleva a considerar que la intervención del agente externo, en su intento por "actualizar" las funciones cognitivas del testigo, puede tener efectos muy diversos. Para algunos, podría representar una especie de choque mental que deja secuelas físicas o emocionales duraderas, mientras que para otros, podría ser una experiencia reveladora, e incluso sanadora, aunque también podría darse el caso que el "terminal" rechace la conexión y todo quedara en una simple “anécdota”. Al igual que con los sistemas informáticos donde cada terminal reacciona de manera distinta ante una nueva versión de software, según el equipamiento y su uso, el ser humano parece manifestar respuestas igualmente variadas ante la interacción con estas manifestaciones. Algunos individuos podrían recibir la "actualización" sin complicaciones, mientras que otros podrían experimentar efectos nulos o, en casos más extremos, un colapso temporal o incluso prolongado que afectara tanto la mente como el cuerpo. Por lo tanto, las "escenografías" que emergen de este proceso, una suerte de constructo mental creado entre el fenómeno y el testigo, podrían no solo distorsionar la percepción de quienes lo experimentan, sino también influir en la realidad que nos rodea de maneras completamente inesperadas e imprevisibles. Esto abre la puerta a infinitas cuestiones: ¿cuál es la verdadera naturaleza del fenómeno? ¿Estamos preparados para procesar adecuadamente esta "información" que parece diseñada para interactuar con nuestra consciencia de formas que aún no comprendemos del todo? ¿Si nuestra psique estuviera correctamente “actualizada” nuestra percepción cambiaría?
Lo que resulta intrigante es que este paralelismo con un software sugiere que el agente externo no opera de manera estática. Parece evolucionar y adaptarse, como si respondiera no solo a las características individuales de cada persona, sino también a factores más amplios, como el contexto sociocultural o incluso el momento histórico. Esto abre la puerta a innumerables preguntas sobre la verdadera naturaleza del fenómeno, pero también sobre nuestra capacidad para procesar esta "información" que parece estar diseñada para interactuar con nuestra consciencia de maneras que aún no entendemos del todo. ¿Estas visiones buscan modificar nuestra percepción de la realidad, llevándola más allá de los límites cognitivos habituales? ¿Pueden nuestras creencias funcionar como un “cortafuegos”, complicando, distorsionando o incluso bloqueando la correcta recepción de la señal enviada por este agente externo?
No pretendo tener todas las respuestas.
Mi intención no es ofrecer una verdad definitiva, sino abrir el debate y generar una reflexión a todos los niveles. Estoy convencido de que el fenómeno OVNI es solo una pequeña parte de una realidad cognitiva mucho más vasta que apenas comenzamos a vislumbrar detrás de esta pantalla altamente fascinante e hipnotizante que hemos llamado casuística. La interacción con este agente externo podría ser, en última instancia, una oportunidad para descubrir aspectos ocultos de nuestra propia naturaleza y de nuestra relación con el cosmos. Posiblemente, al final, este fenómeno nos esté guiando hacia una comprensión más intuitiva del universo y de nuestro lugar en él.
Quizás, más que nunca, necesitamos esa actualización.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
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