A lo largo de los años he anotado, entre diversos aficionados e investigadores, que existen dos formas erróneas de entender lo que intenta proponer la teoría de la Distorsión (TD). La primera de estas interpretaciones ha llevado a muchos entusiastas a creer que se trata de una idea que plantea un origen meramente psicológico para explicar el fenómeno OVNI. Lo que equivaldría a decir que los episodios ufológicos serían algo así como una alucinación o trastorno mental que lleva a los testigos a imaginar o proyectar un ficticio encuentro ovni ante sus narices. Resumiendo, que los OVNIs no existen. Y es por eso, que muchos detractores de la TD, continuamente, recurran a las preguntas sobre la materialidad del fenómeno OVNI para demoler mis argumentos. Obviamente esta suposición solo puede surgir de una lectura apresurada y poco mesurada de mis estudios. Pero la cosa no queda ahí.
Existe otra malinterpretación de la TD que es, incluso, más imprudente que la anterior. Algunos ufólogos han manifestado que lo que esboza la TD es idéntico a lo ofrecido en los trabajos de Vallée, Keel, Grosso, Clark, Evans, Jung, Casas-Huguet o Freixedo, y que, por tanto, no hay sustanciales diferencias o novedades con lo expuesto anteriormente. Sin embargo, al igual que sus predecesores que contemplan la TD como una propuesta escéptica, estos investigadores ni siquiera se han molestado en leer con calma mis escritos, y algún que otro iletrado se ha dejado arrastrar por sus más bajas pasiones para criticar mis aportes.
Vayamos por el principio para aclarar lo que podemos o no encontrar en la teoría de la Distorsión. Lo primero, es que la TD no surge para proponer un origen del fenómeno OVNI, sino que su propósito era estudiar a fondo los encuentros cercanos con platillos volantes y sus ocupantes para intentar comprender su funcionamiento con la esperanza de hallar claves ocultas. Por lo que el principal objetivo y esfuerzo de mis investigaciones se han centrado en la disección de los episodios de mayor proximidad con los OVNIS, e intentar localizar patrones comunes. Este es, a grosso modo, el campo de acción de la TD. Y todo, partiendo de la base de ese axioma que aseguraba, desde hacía varias décadas, que el contenido de las experiencias ufológicas poseían un alto componente de factores socioculturales humanos que apuntaría a la participación, de alguna manera, de los testigos en la fabricación de los encuentros cercanos. Que las narraciones de los testigos OVNIS tenía una pátina demasiada cercana a nuestra civilización cómo para pasarla por alto. Que la similitud de los extraterrestres con nuestra ciencia y costumbres era impostada, incluso un teatrillo desplegado por los ufonautas con fines superlativos o siniestros. Un escenografía de cartón piedra.
Pero esta idea, siendo esencialmente cierta, había originado muchos y variados razonamientos que no terminaban de concretarse. Al menos en algo que se pudiera respaldar en algún estudio. Y no era una cuestión menor. Ya que este aspecto tenía según cada estudioso una probable interpretación. Lo mismo se aseguraba que este inviable reflejo cultural en una hipotética civilización alienígena era fruto de la manifestación del inconsciente colectivo (Jung), como se adjudicaba a un todopoderoso sistema de control (Vallée) que nos enredaba en un juego de espejos. Tampoco faltaban los que argüían que se trataba de un fenómeno parapsicológico (Clark/Viéroudy) una proyección mental que solidifica pensamientos y creencias en el cielo. También se abría el abanico de posibilidades a la existencia de un sofisticado sistema de camuflaje, que lo mismo era de raíz extraterrestre como demoniaco o dimensional (Freixedo/Guérin) o, incluso otros investigadores aseguraban que los encuentros con OVNIS eran el resultado de un burlesco teatro cósmico (Keel/Darnaude), que como sombras chinescas interpretaba unos roles artificiosos y falaces que no podíamos desentrañar. Pero todas estas cábalas no estaban perfectamente alineadas con la casuística. Tan solo se iba al bulto del problema. Todos admitían que el fenómeno OVNI tenía algo de humano y se abría la veda a una tormenta de ideas. No se analizaba en profundidad este hecho para poder extraer conclusiones más certeras o al menos, más precisas.
Desde hacía varias décadas estaba claro que el fenómeno OVNI utilizaba de algún modo la psique humana para adecuar su aspecto externo. |
Por eso me embarque durante varias décadas en la elaboración de la TD. Quería ver a donde nos llevaba el análisis del factor sociocultural. Un detalle que no discutía ningún estudioso. Desde el más ortodoxo al más disconforme con la hipótesis extraterrestre, todos eran conscientes que nuestros platillos volantes y sus locos ocupantes tenían un tufillo demasiado humano. No era posible, ni sensato, que unos alienígenas venidos de algún recóndito lugar de la galaxia tuvieran pistolas de rayos, escafandras, antenas y escalerillas de aluminio. O que en sus conversaciones incorporan gestualidad humana o chascarrillos de barras de bar. Y muchos menos que actualmente nuestra tecnología de 2023, casi haya superado muchas de las características anotadas en los casos de décadas pasadas. Pero no existía una unificación de criterios para valorar este efecto demoledor. Ni siquiera se tenía claro el concepto en sí. Ya que también se decía que podía ser un error de percepción, un fallo cognitivo frente al fenómeno o quizás algún problema con nuestra memoria al revivir una experiencia totalmente fuera del rango de lo conocido. Y por supuesto los escépticos (Monnerie) replicaban que este efecto «humanizador» era una prueba de que todo el tema de los OVNIs era una completa falacia, mezcla de engaños, sensacionalismo, mala praxis de los ufólogos y hasta de un contagio cultural que hacía que la gente imaginara despierta sus encuentros.
Pero la TD aspiraba ir más allá de las primeras capas e intentar localizar la fuente y propósito de este denominado «contagio cultural». Porque de algún lugar tenía que partir. Si daba este paso, podría descifrar el verdadero «motor» que genera este tipo de eventos altamente anómalos. Y solo teniendo claro este primer y decisivo paso, podríamos descartar o elegir, con ciertas garantías, supuestos orígenes para el fenómeno OVNI. Porque con la simple admisión de ese factor cultural no vamos a ninguna parte. Repito. Solo su correcta interpretación podrá arrojar resultados efectivos. Y es por ello que la TD no puede ser igual a lo defendido por algunos de los notables investigadores citados anteriormente, ya que ninguno abordó un estudio en amplitud de esta cuestión. Mi punto de partida estaba otro terreno distinto, quizás más cercano a lo enunciado por Monnerie en su hipótesis psicosocial que a cualquier otra conjetura. Pero aun así tiene sus diferencias, ya que las ideas de francés eliminaban por completo el facto exógeno de la ecuación.
Y aunque la argumentación para vertebrar la TD está en consonancia con algunos de los trabajos teóricos expuestos a lo largo de los años, su ordenación e interpretación es sustancialmente diferente. Y lo podemos comprobar en los puntos defendidos por la TD que han sido establecidos en función del escrutinio de la casuística ufológica:
1.- Los encuentros cercanos con OVNIs no tienen nada que ver con visitantes extraterrestres que han llegado a nuestro planeta a bordo de naves espaciales utilizando una excelsa tecnología. Pero tampoco es el resultado de un Sistema de Control que, a través de diferentes manifestaciones anómalas pretende controlar, encauzar, manipular o interferir en la humanidad. También habría que descartar toda posibilidad que incluya la participación de algún tipo de entidades espirituales o dimensionales, así como la que respalda un proceso exclusivamente parapsicológico o la ayuda omniprotectora del inconsciente colectivo de Carl Jung.
2.- Los encuentros cercanos con OVNIS son experiencias altamente subjetivas y creativas que están relacionadas con otro tipo de experiencias visionarias sobrenaturales ocurridas a lo largo de la historia, y que han tenido como protagonistas a extrañas entidades, criaturas y seres. Todos los sucesos son esporádicos, imprevisibles y aleatorios, sin que nada de lo registrado en el transcurso de una experiencia tenga una consistencia real en nuestro mundo (o en el suyo).
3.- Estamos ante un proceso parapsíquico desconocido cuyo resultado son unas experiencias altamente moldeables, donde la psique humana, interacciona de forma inconsciente con el fenómeno, otorgándole una determinada estética en un intento de decodificar la fuente del mismo. Nuestros estereotipos socioculturales, sobre todo del orden mitológico, folclórico, religioso, filosófico y sobrenatural parecen ser los elementos utilizados por nuestro inconsciente para recomponer una escena que intente ordenar el contenido experiencial. ¿Y qué quiere decir esto? Muy simple y fácil de entender. Que lo observado durante un encuentro OVNI, así como en otro clase de incidentes forteanos, sería un simple vehículo de transmisión de una información que puede llegar a perderse ante el ruido sensorial creado por nuestra interferencia psíquica. Por lo que llegado a este extremo hay que aclarar que el escenario expuesto en los encuentros cercanos no obedece a un brillante recurso del fenómeno OVNI para camuflar su verdadera estética (esencia) ante los observadores. Ni existe una intencionalidad en mostrar un determinado aspecto para engañar a los testigos según la época de la manifestación.
4.- La componente paranormal es una deriva, quizás la más importante, provocada por la implicación del psiquismo humano en la decodificación de esta realidad ampliada a la que acceden los testigos durante el fugaz contacto con un agente externo indeterminado, que puede ser en última instancia el instigador, detonador o potenciador de estos episodios visionarios (que no, alucinatorios o imaginarios).
5.- Si esta tesis es cierta, su principal conclusión nos aleja de la mayoría de los planteamientos establecidos hasta el momento, ya que la singularidad del fenómeno no radica en lo que vemos. Eso sería tan solo un reflejo. Un proceso. Un automatismo. La auténtica realidad de estas manifestaciones trasciendo por completo la apariencia externa que registramos entusiasmados por la espectacularidad de los «efectos especiales», ya sean naves extraterrestres o entidades espirituales. Nos creemos a pies juntillas la literalidad de la imagen, tanto en su significado más obvio como en las derivaciones que incita su proceder. Pero lo más factible es que lo verdaderamente cardinal de las experiencias sea lo que hemos rotulado como epifenómenos o efectos colaterales (desarrollo PSI, clarividencia, anomalías espacio temporales, etc.). Lo que hemos anotado en nuestros cuadernos de campo, por muy atractivo que sea, no deja de ser una potente decodificación sociocultural, donde el testigo aporta la mayoría del contenido expuesto ante sus ojos en una cocreación que da pie a una arquitectura psíquica.
Por tanto cualquier análisis o hipótesis, incluso las reinterpretaciones de lo obtenido o desarrollado de estas capas superficiales de la manifestación, son inconcluyentes, inexactos e ilusorios. Ni la imagen ni la mayoría del contenido informativo de estas apariciones son provocadas por el fenómeno per se, por tanto construimos castillos en el aire cuando intentamos crear tipologías o extraer pautas de las conductas de los ufonautas. El proceso que tenemos entre manos no es el fenómeno en sí. Por tanto la forma de los OVNIS, la vestimenta y comportamiento de los ufonautas, los mensajes, símbolos y demás elementos narrativos y estéticos que encontramos incrustados en un relato ufológico no son más que meras pantallas ideográficas cuyo análisis solo nos pueden llevar a callejones sin salida. A una vía muerta. Los episodios ufológicos son interacciones personalizadas con el fenómeno que no pueden integrarse en un conjunto fenomenológico desde una óptica convencional. No podemos hallar ni continuidad ni coherencia, ya que cada psique responderá, interpretará y desarrollará la manifestación bajo parámetros individuales.
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Un ufonauta con aspecto de soldado romano fue visto "casualmente" en Roma (Caso Maltoni. 1976) |
La ciencia ficción como han señalado con numerosos ejemplos las investigaciones de Bertrand Méheust y Martin S. Kottmeyer, se anticipó de forma pasmosa a la narrativa de los encuentros con OVNIS. |
El 3 de diciembre de 1967, en Ashland, Nebraska (EE.UU.), el sargento de policía Herbert Schirmer fue protagonista de un increíble encuentro OVNI que hoy nos parecería un tanto «teatral» |
6.- La investigación de la casuística OVNI debe ser realizada caso a caso, teniendo en cuenta que, la participación de que cada testigo, obtendrá un resultado diferente en su intento personalísimo e intransferible de decodificar esta realidad ampliada. Y aunque para realizar esta lectura un grupo amplios de testigos se valgan de unos mismos
estereotipos los resultados nunca serán los mismos. Los estereotipos solo funcionan a modo de filtro, no son un esquema fijo e inamovible, por lo que aunque diferentes testigos utilicen el mismo concepto, en nuestro caso la idea de la llegada de los extraterrestres a la Tierra, nunca podrán obtener el mismo resultado, ni por supuesto conseguir una perfecta continuación de un proceso ejecutado con anterioridad. Lo que nos indica que el fenómeno es incapaz de trasladar los mismos conceptos de un lugar a otro. La información no viaja de un lado a otro.
Para llegar a estas deducciones he tenido que diseccionar un buen número de encuentros cercanos con OVNIS para entender cómo se puede producir la transferencia de información entre el sujeto y el fenómeno. Y para ello he sintetizado el contenido visual y narrativo de estas experiencias para efectuar comparaciones con el material que rodeaba a los testigos. Con la intención de ver la dirección de la transmisión (testigo/fenómeno o fenómeno/testigo). Este detalle es más sustancial de lo que parece. Había que averiguar de donde brotaba exactamente la información que componía la escenografía ufológica. Del inconsciente del testigo, del inconsciente colectivo o si por el contrario había un fuente externa que utilizaba este lenguaje a modo de mensaje cifrado. La paternidad de la escenografía podría darnos muchas pistas.
Así mismo había que dilucidar si estos contenidos derivaban de la ciencia ficción o de otros medios como las publicaciones sobre platillos volantes ya que algunos autores creen que este material sería la «biblioteca» de la que nutriría el inconsciente personal, el colectivo o la fuente externa. Pero esto conllevaba otro enigma. No era lo mismo la incorporación de la información por contaminación directa, por contacto con estas obras de ciencia ficción, televisión, radio o revistas sobre OVNIs o si el contagio se producía por una vía desconocida. No eran simples matices.
Y la conclusión a la que llegué es que, probablemente, la mayor parte de lo visualizado en estos encuentros es información distorsionada albergada con anterioridad en los propios observadores sin ningún aporte o influencia externa. Los conceptos extraídos del inconscientes se distorsionan por el proceso constructor de la escenografía que los incrusta en un extraordinario collage de características oníricas. Y uno de los datos más significativos que obtuve, es que la arquitectura psíquica (que no irreal) podía tomar casi cualquier tipo de contenido alojado en nuestra psique para conformar su estética, desde un mapa de una batalla de la Segunda Guerra Mundial (CASO HILL. 1961), una cocina de leña (CASO LOTTI. 1954) o las pirámides de Egipto (CASO MARIBEL. 1997). Por tanto, no solo los contenidos relacionados con los OVNIs, la ciencia ficción o la astronáutica influían en la elaboración de las experiencias. De ahí, la insolente inestabilidad de lo observado. De hecho, el estudio de la ciencia ficción (Méheust/Kottmeyer) demostraba que la imaginería humana ya había delineado muchos de los ingredientes vertidos por la casuística ufológica antes de que estos fueran desplegados por el fenómeno OVNI, pero sin embargo no quedaba claro que esto fuera lo que literalmente copiaban los ufonautas en sus apariciones, ya que, en la mayoría de las ocasiones los testigos no tenían acceso a esta información (visual o narrativa). Sin contacto directo no parecía que la ciencia ficción (libros, comics, cine, etc.) pudiera influir en los testigos (a no ser que admitamos la existencia de un medio desconocido de conocimiento; telepático, inconsciente colectivo, parapsíquico, etc.), pero sin duda esta demoledora «precognición» demostraba un aspecto más que interesante, la mente humana tenía la capacidad para esbozar la idea embrionaria de los visitantes extraterrestres de rayos de luz, escafandras y contactos en el desierto. Lo imaginal, nos gustase más o menos, cobraba vida en los encuentros con OVNIS.
Pero la influencia de los testigos en la composición encubierta de los episodios OVNIS no solo abarcaba el espectro visual. A parte de otorgar una estética personalizada a la manifestación, concluí que probablemente los observadores incitaban parte del comportamiento de los ufonautas como si fueran los personajes de un sueño. Entonces, ¿qué son los encuentros cercanos con OVNIS?
La consecuencia más inmediata de este trasvase de información (para la decodificación) es la proyección de una compleja escenografía, una suerte de realidad virtual (que no imaginaria) encajada dentro de nuestra realidad habitual. En ocasiones estas experiencias visionarias pueden albergar «materia» y provocar diversos efectos cuantificables sobre el medio y los observadores (aunque todos ellos con alta extrañeza). El procedimiento que ejecuta la narrativa de esta arquitectura psíquica tiene una forma de proceder (guionizar) muy similar al que experimentamos en estado onírico. Hay que recordar que nuestra psique mientras duerme, entre otras cosas, consigue componer fantásticos y complejos escenarios, acciones y diálogos dignos de una película de Hollywood. Pero todo se adereza con cierto aire de surrealismo y desorden, sin una estructura temporal o argumental coherente. De ahí, quizás, aunque sea un proceso distinto, la enorme carga de absurdez de los encuentros con OVNIS, y las anomalías espacio temporales y sensoriales que se señalan.
Y si esto es así, hay que eliminar de un plumazo todos las planteamientos que ven en este proceder absurdo un sistematizado teatro OVNI cuya función sería sumirnos en un desconcierto total. Tampoco se trataría de una soberbia manipulación psíquica (Keel) ni incluso, como apuntan los más optimistas, de un adiestramiento ultradimensional a modo de enseñanza zen ultraterrestre (Vallée).
Estoy convencido de que, tanto lo visual (el aspecto general de lo observado) como lo informacional y lo conductual (las acciones y conversaciones de los ufonautas) surge en cierta medida de la interacción del testigo con el fenómeno, por tanto, nada de esto puede ofrecernos pistas fiables sobre el origen y propósito de las manifestaciones aunque si sobre el proceso constructor de la experiencias. Los seres y entidades que aparecen son erigidos desde la nada, como objetos creados con un «barro» psíquico, y su función, aunque distinta por ejemplo al de la nave de la que descienden, tienen en el fondo la misma naturaleza que el resto de los elementos que observamos.
Por tanto los ufonautas no son entidades independientes, ni las inteligencias que están detrás de las visiones, son tan solo partes interactivas con una función específica en este proceso interactivo. Y por muy fascinantes y cautivadoras que nos parezcan las apariciones del fenómeno OVNI, estas son un mero señuelo sensorial que no nos puede distraer ni llevar a elaborar complejas hipótesis sobre manipulaciones o controles sociales o evolutivos. Pero podemos subir la apuesta...
¿Qué ocurría si, independientemente de la naturaleza de los objetos avistados por el piloto estadounidense la gigantesca repercusión mediática provocada por su relato hubiera accionado, sin pretenderlo, los mismos resortes psíquicos que en tiempos pasados originaron determinados fenómenos y encuentros con entidades desconocidas que dieron paso a las creencias sobrenaturales? ¿Y si todo lo ocurrido tras el incidente de Kenneth Arnold en 1947 fuese el caótico resultado de un potente efecto llamada que consiguió reactivar un fenómeno milenario de carácter psicodimensional? ¿Y si las numerosas publicaciones sobre platillos volantes incitaron la imaginación humana y fueron la chispa adecuada que conformaron y dieron cuerpo a un nuevo y renovado escenario para que estas manifestaciones se canalizaran en el siglo XX?
Hay que recordar que la idea de que fuéramos visitados por astronautas de otros mundos atrajo inmediatamente la atención, interés e imaginación de millones de personas en todo el mundo que lo vieron como una posibilidad más que real . Casi en una fascinante certeza científica envuelta en un misterio sobrecogedor. Y es que, por primera vez en la historia de la humanidad, la creencia en un paradigma anómalo (en este caso los ovnis), consiguió extenderse de manera exponencial, consiguiendo unas amplias ramificaciones que hace siglos hubiesen sido inconcebibles. Es como si los plazos de tiempo o «contagio» establecidos hasta la fecha para la evolución de un fenómeno relacionado con la posible existencia de unas manifestaciones de seres y entidades desconocidas (apariciones marianas, hadas, demonios, difuntos, etc.), hubieran sido acortadas de forma drástica y lo que durante decenios fueron manifestaciones englobadas en diferentes sociedades y culturas, casi de forma endémica, dieron un gran salto a nivel mundial auspiciadas por los medios de comunicación. Por tanto, ¿fue el célebre avistamiento de Kenneth Arnold un instigador silencioso, una autentica detonación atómica en el núcleo del cosmos mental colectivo que generó una onda expansiva que afectó a miles de potenciales testigos?, ¿consiguió la sincrónica creencia generalizada de millones de personas abrir una fisura en una dimensión cognitiva inexplorada y provocar miles de experiencias filtradas bajo un mismo prisma: lo extraterrestre ?, ¿o, por el contrario, este efecto relámpago hizo que personas de toda índole y condición pudieran sintonizar momentáneamente la señal emitida desde el universo de donde proceden estas manifestaciones?, ¿dio origen Kenneth Arnold al último gran folclore de la humanidad, que en síntesis era una prolongación de otros arcanos ancestrales? De hecho, analizándolo fríamente, los modernos encuentros con seres alienígenas, con toda su parafernalia cósmica absurda, y pese a su pretendida pátina tecnológica, no varía en demasía de los contenidos expuestos por los distintos folclores que hablaban de apariciones de seres y entidades desconocidas parapetadas tras fantasmagóricas nieblas y extraños fulgores. La mitad del siglo XX ofreció un caldo de cultivo irrepetible a nivel social, que hacía que una suma de factores auspiciados entre otras cosas por la potente imaginería humana, configuraran y dieran forma a un reciclado paradigma ancestral. En aquellas fechas se produjo una conjunción sin par, se fusionaba el mundo antiguo con el moderno, las supersticiones con la informática, y durante un determinado espacio de tiempo las creencias en la vida extraterrestre y su supuesta llegada a la Tierra emergieron con una fuerza inusitada instalándose en el inconsciente de mucha gente. La imaginación, la fascinación, las creencias y algunos estados de conciencia, probablemente sean los motores ocultos de muchos de estos fenómenos. Y no se podría descartar que un acontecimiento sin relación directa con la manifestación de esta realidad arrolladora para los sentidos (por ejemplo la discusión sobre unos misteriosos avistamientos lejanos), pero con la suficiente carga de profundidad en el reino de lo emocional pudiera activar determinados resortes psíquicos, provocando la manifestación de este paradigma.
Si una genuina nave alienígena, 100% de chapa y tuercas, aterrizara mañana mismo en mitad de los jardines de la Casa Blanca ante la atónita mirada del presidente de los Estados Unidos, este acontecimiento no podría resolver el maremágnum de crónicas de otros tiempos salpicadas con aderezo tecno-espacial que ha erigido la monumental casuística ovni. ¿Podría explicar el desembarco de unos viajeros extraterrestres procedentes de un planeta lejano en 2021 un incidente ovni ocurrido en 1974 en un pequeño pueblo de España, o en una apartada región italiana en 1954?, ¿resolvería un exiguo aterrizaje ovni certificado por las autoridades los miles de incidentes ufológicos registrados en todo el mundo?, ¿podría despejar nuestras interrogantes surgidas de los cientos de sucesos sin pies ni cabezas que componen lo que hemos denominado «ufología»? ¿o quién diablos le cocinó las tortas a Simonton en 1961? Me temo que no. Ni de lejos. A no ser que los alienígenas dieran una rueda de prensa de varios meses de duración explicando uno por uno estos incidentes.
Las experiencias OVNIs podrían ser simplemente ruido e interferencias provocados por nuestra mente al penetrar en una arrolladora y sugestiva realidad ampliada que siempre ha estado ahí. Una dimensión moldeable que a lo largo de la historia ha dado esporádicas señales de vida para demostrarnos que el universo no acaba en lo que percibimos, sino que probablemente nuestra psique es capaz de viajar más allá de lo que conocemos. A un lugar que quizás alberge respuestas sobre nuestra existencia y devenir… ¿Quién sabe?
JOSE ANTONIO CARAV@CA
Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.
ANEXOS:
LA ECUACIÓN TESTIGO/FENOMENO
Las verdaderas aportaciones de la TD para la comprensión del fenómeno OVNI se pueden revisar en el análisis de algunos de los incidentes contenidos en mis investigaciones y libros. Este es el genuino germen de la TD:
CASO LOTTI (ITALIA. 1954) Forma del OVNI, apariencia y comportamiento de los ufonautas.
CASO TRIPOLI (LIBIA. 1954) Forma del OVNI y apariencia del ufonauta.
CASO DINAN (FRANCIA. 1955). Apariencia del ufonauta.
CASO HILL (USA. 1961). Mapa Estelar. Vestimenta de los ufonautas.
CASO JOE SIMONTON (USA. 1961) Apariencia y comportamiento de los ufonautas.
CASO CISCO GROVE (USA. 1964) Apariencia y comportamiento de los ufonautas.
CASO NEW BERLÍN (USA. 1964) Comportamiento de los ufonautas.
CASO HAMPTON (USA. 1966) Forma del OVNI.
CASO TAD JONES (USA. 1967) Forma del OVNI.
CASO ISLA DE LA REUNIÓN (FRANCIA. 1968) Apariencia del ufonauta.
CASO TORIBIO PEREIRA (BRASIL. 1968). Vestimenta de los ufonautas.
CASO MATADEPERA (ESPAÑA. 1969) Forma del OVNI.
CASO AZNALCÓLLAR (ESPAÑA. 1971). Forma del OVNI y comportamiento de los ufonautas.
CASO DEMING. (USA. 1972) Apariencia del ufonauta.
CASO JOHNY SANDS (USA. 1973) Apariencia del ufonauta
CASO CORELL. (ESPAÑA. 1974) Apariencia del ufonauta.
CASO PAUL BROWN (USA. 1973) Vestimenta y comportamiento de los ufonautas.
CASO LYNDIA MORET (USA. 1973) Forma del OVNI.
CASO ISLA DE LA REUNIÓN (FRANCIA. 1973) Apariencia del ufonauta.
CASO KOFU (JAPON. 1975) Apariencia del ufonauta.
CASO JEAN DOLECKI (FRANCIA. 1976) Apariencia del ufonauta.
CASO MALTONI (ITALIA. 1976) Vestimenta de los ufonautas.
CASO CABINA VOLADORA (ESPAÑA. 1977) Forma del OVNI y vestimenta de los ufonautas.
CASO TORDESILLAS (ESPAÑA. 1977). Forma del OVNI.
CASO SANGONERA DE LA VERDE (ESPAÑA. 1979) Vestimenta del ufonauta.
CASO LAXTON (USA. 1966). Forma del OVNI, vestimenta y comportamiento de los ufonautas.
CASO JUAN GONZALES SANTOS (ESPAÑA. 1982). Forma del OVNI, vestimenta de los ufonautas y símbolos observados en el fuselaje del objeto.
CASO MARIBEL/PIRAMIDE (ESPAÑA. 1997) Forma del OVNI.
Buen día.
ResponderEliminarPara analizar cualquier fenómeno, primero hay que dar cuenta de la posición del observador respecto del dominio de su propio lenguaje, ya que esta condición siempre se ve reflejada en todo proceso creativo, sea manifestado en la realidad o en lo meramente ficcional. Este hecho determina las percepciones y márgenes creativos, como así también el sentido común junto al desarrollo y maduración del ser libre.
El proceso creativo es instantáneo y supeditado al instinto de supervivencia, cuestión que brinda efectividad, siendo velóz sin el filtro de las palabras. Por ejemplo, podemos crear con vivencias, personas, animales, artificios, sonidos, formas, trayectorias, colores, aromas, sabores, situaciones, sentidos, desde el humor, la tristeza, la alegría, el amor, el odio, el rencor, la nostalgia, la compasión, también desde la victoria o derrota, quizá desde una sonrisa o parpadeo, o desde una mínima expresión de deseo. Aunque todo nace desde el silencio.
Cuanto mas dominio sobre la forma o el lenguaje acorde, mas fluidéz, eficacia y calidad desde nuestra fuente creativa.
Entonces, la solución siempre se manifiesta, pero puede ser opacada, interferida o distorsionada por el propio estado desde su relato. En cualquier caso, la naturaleza de las manifestaciones, de cualquier acción, evidencian las intenciones y preconcepciones que posee el director del proceso, es decir, cuál es su estado y forma en el mundo en un momento determinado con su relato.
Existe una enorme diferencia entre la palabra y el objeto o persona a la que refiere, por lo que siempre es un proceso ficcional, y muchas de esas palabras no representan a cosas reales sino a estados de confusión y de liberación generados desde una creencia.
¿Qué es mente?
¿Qué es alma?
¿Qué es espíritu?
¿Qué es un fruto?
¿Qué es un martillo?
¿Qué somos?
¿Qué creemos que somos?
Las definiciones son referencias mínimas o equivocadas, en todo caso, es mas sencillo definir a objetos por su utilidad. Toda definición es un punto de partida que genera unas bases con apariencia de solidéz. Sin embargo, en un espacio creativo en donde todo es posible, sus falacias lógicas tienden a generar complejidad y laberintos.
Durante el proceso de recreación con palabras no se distingue entre personas o cosas, son simplemente objetos a los que se le añade contenido, y es esa creencia la que predispone y direcciona el verbo consecuentemente con el cuerpo físico. Es esa creencia la que puede dar mas importancia a un objeto inexistente que a un ser vivo. El inconveniente subyace cuando la palabra se convierte en orden con la necesidad de un permiso de movimiento.
ResponderEliminarBásicamente, ante el desgobierno del lenguaje de la palabra, el ser es llevado por ella y por el gobierno que la moldea y direcciona tras bambalinas. Esto significa que una palabra, como puede ser una simple etiqueta ideológica de ser, se convierta en una cárcel virtual. Analógicamente, el cuerpo debe manifestar esa concepción fantástica, por lo que toda patología es síntoma de una forma de esclavitud. En última instancia la muerte es una salida dentro de la lógica que tiende a justificar una forma de existencia con su miedo a lo desconocido. Este hecho también se manifiesta en el escenario de la realidad en la incansable búsqueda de una solución. El tema es el siguiente, las figuras o entes recreados, llevan consigo el dominio o desdominio del lenguaje del ser.
En síntesis, no interesa lo fantástico del fenómeno sino el desarrollo de los personajes en relación con su mito. Por ésta razón, la escritura tiene un poder sobre la definiciones y direcciones de las ficciones del gobierno en tanto, y en cuanto, mayor sea el número de dominados por su propio lenguaje y consecuentemente por su mecánica.
Cuando todo el mundo posee el mismo formato, las trayectorias se vuelven predecibles. Si te elevas un poco del plano de la palabra podrás verlas, contemplar las lógicas booleanas de ma maquinaria, y lo sencillo que es programar las variaciones de gran complejidad para que pasen por una puerta prestablecida.
La finalidad es disfrutar de la vida y utilizar la información a nuestro favor, y la palabra como herramienta que propicie caminos.
Salud
Su trabajo es admirable de lo mejor que se hace en el mundo en pro de averiguar y aportar cosas nuevas sobre el fenómeno OVNI. Lo que me parece una vergüenza e indignidad es que otros pretendidos colegas como Moisés Garrido o Sergio Sanchez no sepan valorar, imagino que guiados por la envidia, todo lo que usted está aportado y como se le reconoce a nivel mundial. No haga caso los mediocres abundan en todos lados. Muchas gracias y espero poder leer su nuevo libro en breve.
ResponderEliminarLa teoría de la Distorsión es un gran avance para el estudio de los ovnis y los fenómenos extraños, espero que siga en esa linea.
EliminarMenudo pirado el Garrido tuve un encontronazo con él en twitter y me bloqueó porque es un maleducado.
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