domingo, 13 de julio de 2025

DISTORSIÓN: LO QUE SE OBSERVA NO ES LO QUE ES, SINO LO QUE PUEDE SER COMPRENDIDO



Tras más de treinta años dedicados al estudio del fenómeno OVNI, analizando cientos de encuentros cercanos he llegado a unas conclusiones que trastocan por completo los marcos habituales con los que solemos abordar esta realidad esquiva. Tengo meridianamente claro que no es únicamente una cuestión de "platillos voladores" o "seres del espacio exterior". Es algo mucho más complejo e íntimamente ligado a la psique humana pese a la controversia que suele originar este tipo de vinculaciones. 

Para empezar debemos tener claro que no estamos simplemente ante naves procedentes de lejanos planetas, ni ante una civilización alienígena que nos observa parapetada tras una tecnología avanzada. Lo que realmente se manifiesta ante el testigo es la irrupción de una realidad desconocida, de una alteridad radical que, sin embargo, se viste con ropajes familiares. Utiliza lo humano para llegar hasta nosotros. Lo que los testigos describen como un encuentro con entidades no humanas —ya sean extraterrestres, seres de luz o apariciones marianas— parece ser, en realidad, una manifestación que interactúa con la mente del observador, generando una experiencia moldeada por sus creencias, cultura y contexto histórico. Es decir, el fenómeno se "filtra" a través del inconsciente del testigo, creando una especie de escenografía simbólica adaptada a su marco de referencia. No estamos, por tanto, ante simples alucinaciones ni ante contactos convencionales con seres de otros mundos. Estamos ante potentes experiencias visionarias moldeadas por arquetipos, estereotipos y códigos culturales. 

He denominado a esta hipótesis como la Teoría de la Distorsión, porque apunta a un proceso en el que la realidad que experimentan los testigos no es una "realidad objetiva" en bruto, sino una manifestación distorsionada, mediada por el psiquismo, que se conforma con elementos visuales y simbólicos que resuenan en el interior de cada persona. Lo que se observa no es lo que es, sino lo que puede ser comprendido, lo que se adapta a nuestra estructura mental y cultural. Por tanto podría decir que es un fenómeno que se personaliza para su contacto con cada observador, lo que llevaria a experiencias únicas e intransferibles.

Las entidades descritas en estas experiencias no son entidades fijas, sino formas plásticas, maleables, que toman una apariencia comprensible para cada testigo lo que explicaría la enorme diversidad registrada a lo largo de las décadas. La misma sustancia visionaria que dio forma a ángeles en la Edad Media, demonios en el siglo XVII o hadas en los bosques celtas, hoy adopta la forma de alienígenas grises y naves metálicas. Lo más fascinante es que, a pesar de su carácter íntimo y subjetivo, muchas de estas experiencias dejan huellas físicas, psicológicas y emocionales reales en quienes las viven. Esto nos lleva a pensar que no estamos ante un simple fenómeno mental. Hay una interacción genuina con el entorno, aunque esta se nos presenta a través de un velo de percepción. Este fenómeno, aunque privado y personal —aun en los casos en que es compartido por varios testigos—, puede llegar a alterar profundamente el psiquismo humano. No es extraño que quienes lo experimentan sufran una transformación interna, espiritual o emocional, como si hubieran entrado en contacto con algo que desafía su comprensión racional.

Estas manifestaciones operan desde un estrato que parece trascender el tiempo y el espacio tal como los entendemos, y su irrupción suele ir acompañada de profundos estados alterados de conciencia en los observadores. Muchos testigos narran cómo, durante los encuentros, el tiempo se detiene o se distorsiona, cómo los sonidos desaparecen o se atenúan, o cómo el entorno parece desconectarse del mundo habitual. Esta llamada "campana de silencio", ese aislamiento sensorial, emocional o incluso físico que rodea a los encuentros, no es un mero efecto secundario, sino una pista clara de que entramos en una zona liminal de la experiencia, donde la percepción ordinaria se disuelve.

Lejos de tratarse de alucinaciones sin base, estas experiencias tienen consecuencias reales: transformaciones personales profundas, efectos físicos, alteraciones emocionales y cognitivas que perduran mucho más allá del evento inicial. Algunos testigos afirman haber despertado facultades latentes —percepción extrasensorial, intuiciones más agudas, sincronicidades, capacidades intelectuales o artísticas— que antes permanecían inactivas. El fenómeno actúa como un catalizador, como un disparador de potenciales ocultos en la estructura psíquica humana.

La alta extrañeza que caracteriza a tantos casos —esa combinación de lo absurdo con lo profundamente significativo, lo aparentemente extraordinario con lo mundano— no es casual. Es una señal de que el fenómeno opera en los márgenes de nuestra comprensión, desde un nivel imaginal que no es ni enteramente interno ni externo, sino una intersección entre la conciencia y lo manifestado. Es allí donde los arquetipos cobran vida, donde lo "desconocido" adopta la forma que el testigo está preparado, consciente o inconscientemente, para recibir.

Desde mediados del siglo XX, hemos etiquetado estas experiencias como "encuentros con civilizaciones extraterrestres", pero esa podría ser solo una relectura moderna de los viejos mitos y símbolos que han acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Los "extraterrestres" serían entonces una actualización cultural de los viejos dioses, vírgenes, genios o espíritus que antaño se manifestaban a través de sueños, visiones y milagros.

Aquí es donde el fenómeno se cruza con el folclore. Porque aunque hoy hablemos en términos de "visitantes", "tripulaciones" o "tecnología no humana", lo que se nos presenta no difiere tanto de las historias de hadas que raptaban a campesinos, de djinns que se aparecían en los desiertos, o de voces angélicas que dictaban mensajes a los elegidos. Lo sobrenatural o milagroso, ha sido sustituido por una tecnología casi divina. El OVNI no es más que el contenedor contemporáneo de lo prodigioso, una actualización cultural de un fenómeno tan antiguo como el hombre.

En resumen, lo que propongo con la Teoría de la Distorsión es una forma de mirar el fenómeno OVNI: como una experiencia simbólica y cognitiva, cincelada por la mente humana, pero que no por ello deja de ser profundamente real en su impacto y en su esencia.

Hay algo ahí fuera, sin duda. Pero lo que vemos no es lo que es. Es lo que podemos comprender.



JOSE ANTONIO CARAV@CA


Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.


martes, 3 de junio de 2025

LA CONCIENCIA ¿ES LA “LLAVE MAESTRA” DE LOS EXPERIENCIAS EXTRAORDINARIAS?

 





Existen terremotos que pasan desapercibidos. No sacuden edificios ni generan pánico pero se registran en los sismógrafos. Los expertos saben que estos pequeños hitos pueden marcar el inicio de una serie de tensiones ocultas que, acumuladas en el tiempo, pueden desembocar en un gran seísmo de mayores consecuencias. Son señales tempranas, avisos silenciosos de un gran cambio mayor que se gesta bajo la superficie.  

Y algo muy parecido puede ocurrir con los trabajos de Néstor Berlanda y Juan Acevedo. Su reciente presentación en público durante el IX Congreso de Ovnilogía de Victoria, Entre Ríos (Argentina) puede interpretarse como uno de esos movimientos iniciales: una vibración apenas perceptible que, sin embargo, anuncia un cambio más profundo. 

Las conclusiones presentadas por los investigadores del CIFO son el resultado de años de observación rigurosa y estudio sistemático de los llamados encuentros extraordinarios. Se trata de experiencias que arrastran nuestra percepción hasta los márgenes de lo imaginable, situándose en un territorio donde los marcos tradicionales del conocimiento parecen diluirse, rozando a veces el absurdo y lo onírico. Estos sucesos, que hasta ahora han resistido con firmeza cualquier intento de abordaje científico convencional, continúan siendo un auténtico misterio sin resolver.

Dentro del amplio universo de lo desconocido, los fenómenos relacionados con los OVNIs han destacado, y literalmente, con luz propia. Estos eventos, caracterizados por un elevado y demoledor grado de alta extrañeza, presentan un paisaje tan complejo como elusivo. Su singularidad radica en que no se limitan a lo físico o material, sino que entrelazan elementos psicológicos, culturales, simbólicos e incluso ontológicos, conformando una ecuación abierta, de múltiples variables, cuya resolución sigue escapando a nuestra evaluación. Y es por ello que necesitamos continuamente repensar una y otra vez todo el material acopiado hasta la fecha en busca de la salida del laberinto.

Y en pos de encontrar esas ansiadas respuestas, recientemente Néstor Berlanda y Juan Acevedo han expuesto con gran brillantez parte de sus conclusiones condensadas en dos marcos teóricos complementarios bautizados por los autores como: la Teoría Simbiótica Multidimensional (TSM) y la Teoría de Interfusión Cognitiva Simbólica (TICS).

Esta nueva hoja de ruta, obviamente siguiendo la línea de trabajos anteriores, tiene la intención de elevar el debate sobre los controvertidos encuentros con platillos volantes y ocupantes más allá de la tesis extraterrestre. Lejos de reducir estas experiencias a simples visitas de seres provenientes de otros planetas, su propuesta quiere repensar nuestra forma de percibir y categorizar estos sucesos, entendiendo que podrían ser manifestaciones mucho más asombrosas si cabe, al vincularlas a la propia estructura de la conciencia humana y a nuestra relación con lo simbólico, lo sagrado y lo desconocido/sobrenatural/milagroso/místico/forteano. Esta interesante perspectiva, propuesta por ambos estudiosos, se atreve incluso a retroceder a los orígenes mismos de la mente simbólica, explorando los primeros indicios de estados alterados de conciencia en la historia de la humanidad. Se trata de esos momentos fundacionales en los que nuestros ancestros, bajo el influjo de plantas alucinógenas o prácticas rituales, se adentraron en trances visionarios dentro de la oscuridad de las cavernas. Allí, en contacto con lo invisible, comenzaron a intentar construir o vertebrar un lenguaje o código para lo inefable, dando lugar a mitos, imágenes y relatos que, de algún modo, podrían estar en la raíz de los fenómenos que hoy seguimos intentando comprender pero bajo modernos disfraces. En aquellos primeros contactos nuestros antepasados percibían estas realidades como procedentes de otras dimensiones existenciales o como fruto de la interacción con otras inteligencias con diversos orígenes. En ese contexto, lo extraordinario no era un fenómeno ajeno ni debatible, sino parte integral de su cosmovisión, y el chamán actuaba como mediador entre mundos.

Las teorías de la TSM y la TICS pretenden recuperar ese legado ancestral, proponiendo que el fenómeno OVNI podría ser una manifestación contemporánea de esa misma conexión entre la conciencia humana y una inteligencia no ordinaria, que se expresa mediante símbolos, arquetipos y en algunas ocasiones lleva a cabo o propicia experiencias transformadoras o reveladoras. Así, lo que hoy llamamos "encuentros" podría tener raíces tan antiguas como la humanidad misma, revelando un diálogo milenario entre nuestra conciencia y lo que se podría denominar de forma genérica como lo ignoto.

La Teoría Simbiótica Multidimensional: un vínculo simbiótico con otras realidades

La Teoría Simbiótica Multidimensional parte de una idea provocadora: los encuentros con lo insólito no son simples observaciones de objetos físicos desconocidos, sino eventos poderosamente transformadores que activan una relación simbiótica entre el testigo y una inteligencia no humana. Esta relación ocurre en múltiples niveles de realidad—no necesariamente físicos—y se manifiesta a través de contenidos simbólicos, culturales y psicológicos. En lugar de centrarse en la procedencia de “los objetos”, la TSM se enfoca en los efectos que el fenómeno produce en la conciencia, sugiriendo una especie de co-evolución perceptual entre humanidad y fenómeno.

 

La Teoría de Interfusión Cognitiva Simbólica: el cruce entre mente y símbolo

Complementando esta visión, la Teoría de Interfusión Cognitiva Simbólica propone que el fenómeno no se impone como algo externo que simplemente “ocurre”, sino que se entrelaza con el sistema cognitivo del testigo a través de símbolos culturalmente significativos. Así, las manifestaciones del fenómeno se adaptan al contexto simbólico y mental del observador, funcionando como un espejo amplificado de sus estructuras internas. Esta interfusión genera experiencias que, aunque compartan patrones comunes, siempre resultan subjetivas y profundamente interpretativas por cada receptor/observador. Como si cada visión se adaptara a cada testigo de forma personalizada.

Ambas nociones desarrolladas por los estudiosos del CIFO coinciden en una premisa clave: el fenómeno OVNI no puede reducirse a una lógica lineal ni analizarse únicamente desde la física o la psicología. Ni puede ser trasladado a un laboratorio. Se trata de una interacción compleja, posiblemente con una inteligencia que se manifiesta a través de filtros simbólicos y perceptuales que todavía no comprendemos del todo. Algo que transciende el lenguaje o la comunicación tal y como lo conocemos.

Lejos de centrarse únicamente en preguntas como ¿qué son los OVNIs? o ¿de dónde vienen?, tanto la Teoría Simbiótica Multidimensional como la Teoría de Interfusión Cognitiva Simbólica insisten en la necesidad de replantear el enfoque hacia interrogantes más profundas de tipo: ¿cómo se producen estas experiencias? ¿por qué ocurren? Y sobre todo, ¿qué nos revelan acerca de la mente humana, de nuestras estructuras de creencias y de nuestra posición dentro de una realidad mucho más vasta y desconocida de lo que hemos imaginado?

La conciencia para mis admirados Néstor Berlanda y Juan Acevedo representa la “llave maestra” que puede abrir la puerta de los secretos del universo y de los misterios que lo rodean. ¿Te atreves a buscarla? No ignores la primera señal de advertencia…

 



JOSE ANTONIO CARAV@CA

Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.



domingo, 4 de mayo de 2025

OVNIS Y PLATILLOS VOLANTES ¿ESTAMOS HABLANDO DE LO MISMO?




Durante décadas, los cielos han sido escenario de la idas y venidas de luces extrañas, objetos imposibles y relatos que parecen sacados de novelas de ciencia ficción. Pero dentro de esta narrativa que suele agruparse bajo el paraguas de lo “ovni”, existe una distinción clave que suele pasar desapercibida: no es lo mismo hablar de ovnis que de platillos volantes.

Aunque ambos conceptos parecen intercambiables es obvio, que si los miramos de cerca, estamos ante dos realidades muy distintas. Entender esta diferencia no solo cambia la forma en que interpretamos estos sucesos, sino que abre la puerta a una comprensión más compleja y matizada del fenómeno.

La sigla OVNI significa “Objeto Volador No Identificado”. Y ese es, justamente, su significado más puro: algo que vuela y que no podemos identificar. No implica tecnología, ni tampoco necesariamente vida extraterrestre. Puede ser un dron, un fenómeno atmosférico poco común o, incluso, algo que no encaja en nuestras categorías actuales de conocimiento.

En cambio, cuando hablamos de platillos volantes, entramos en otro terreno. Aquí ya no estamos ante algo indefinido, sino de una imagen concreta y diáfana, casi cinematográfica. Los testigos hablan de naves con luces, ventanillas, antenas y demás accesorios. En muchos casos, cuando estos artefactos aterrizan, se describen figuras humanoides descendiendo de ellos: seres con apariencia antropomorfa, a veces vestidos con trajes ajustados, cascos o uniformes brillantes, que parecen interactuar momentáneamente con el entorno e incluso con los testigos antes de desaparecer tan misteriosamente como llegaron. Y lo más delatador es que no son seres humanos.

Según la Teoría de la Distorsión, esto no es casual: los platillos volantes formarían parte de un tipo de experiencia visionaria estructurada, con raíces profundas en la historia de la humanidad y con mucha vinculación con otros folclores. De hecho, muchos elementos presentes en estas visiones modernas recuerdan a relatos que se pierden en la noche de los tiempos que narran los encuentros con apariciones sobrenaturales, carros celestiales, entidades extrañas o incluso, tienen semejanzas notables con las experiencias chamánicas. 

El platillo volante y el ufonauta sería una especie de "decorado" que adopta formas modernas, pero responde a un patrón muy antiguo: el del mito. El platillo volante no es tanto una "nave" en sentido físico de tuercas y tornillos como una estructura narrativa y simbólica que se actualiza según la cultura y la época, pero cuya raiz ya ha sido vista previamente. 

Si afinamos nuestro análisis, veremos que incluso en la evolución del fenómeno de los platillos volantes se percibe claramente esta constante actualización.

Durante los años 50, por ejemplo, el platillo volante se presenta con una estética retrofuturista, brillante y optimista, muchas veces acompañado de seres humanoides con mensajes de paz interplanetaria. Estos visitantes solían mostrarse preocupados por la amenaza nuclear y por el rumbo destructivo de la humanidad, desempeñando un rol casi mesiánico. La iconografía de las naves y los trajes de los ocupantes evocaba el diseño de la ciencia ficción de la época, en plena efervescencia cultural del espacio. Todo resonaba a demasiado "humanizado".

Sin embargo, a medida que las décadas avanzan, ese relato empieza a oscurecerse. Los mensajes de armonía cósmica dan paso a experiencias más extrañas, inquietantes y ambiguas. La escenografía cambia: las consolas con botones luminosos y palancas ya no parecen convincentes, y muchos elementos antes recurrentes comienzan a percibirse como obsoletos, anticuados, casi ingenuos frente a un nuevo avance de la tecnología. Pero el platillo y el ufonauta, lejos de desaparecer, se reinventan para, por un lado seguir siendo reconocibles dentro del imaginario colectivo, y por otro adoptando nuevas formas que sigan resonando con los miedos, aspiraciones y símbolos del presente.

Por tanto diferenciar entre ovnis y platillos volantes no es una cuestión terminológica, sino una oportunidad para profundizar correctamente en las distintas capas que presenta el fenómeno. Los ovnis pueden ser cualquier cosa, o incluso ninguna cosa en sí misma. La diferencia, aunque sutil, es crucial. Los ovnis son fenómenos que escapan a una interpretación única. Están abiertos a múltiples respuestas porque habría que analizar cada caso de forma individual. En cambio, los platillos volantes responden a una narrativa mucho más cerrada, casi teatral, con una puesta en escena que nos recuerda eventos de otros tiempos convenientemente actualizados.

Determinar si los platillos volantes existen independientemente de la realidad de los ovnis podría ofrecernos una valiosa oportunidad para comprender si realmente estamos ante visitantes de otros mundos o si, por el contrario, nos enfrentamos a un fenómeno ancestral que involucra a la conciencia humana en su búsqueda y exploración de otras realidades. En este sentido, el misterio de los platillos volantes podría ser menos una cuestión de astrobiología… y más una cuestión de psicología profunda, folclore en construcción y exploración de los límites de la percepción humana.





JOSE ANTONIO CARAV@CA


Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.




lunes, 14 de abril de 2025

ENCUENTROS CERCANOS CON LO ABSURDO ¿FENÓMENO ANCESTRAL O EVIDENCIA ALIENÍGENA?



Desde hace décadas existe una amplia controversia en la comunidad ufológica internacional sobre la diferencia entre los avistamientos distantes y los encuentros cercanos y si ambos pertenecen a un mismo fenómeno. Si bien los primeros se asocian a menudo con hipótesis extraterrestres convencionales, los segundos presentan características que desafían los marcos interpretativos clásicos de la ufología y abren interrogantes sobre sus dimensiones psicológicas, culturales y metafísicas.

Los avistamientos lejanos, representados como objetos voladores no identificados captados por radares o sustentados en testimonios de pilotos y militares, suelen considerarse más "creíbles" debido a la evidencia técnica que los respalda. Sin embargo, los encuentros cercanos—en los que los testigos afirman haber estado en contacto directo con entidades o naves—abren un abanico de posibilidades que a menudo rozan lo paranormal y lo mitológico.

Durante décadas, muchos ufólogos rechazaron estos relatos por miedo a que desacreditaran el estudio serio del fenómeno OVNI. No obstante, cada vez es más evidente que estos encuentros comparten elementos con experiencias visionarias descritas a lo largo de la historia, como apariciones religiosas, espíritus y seres elementales.

Uno de los argumentos es la existencia de una continuidad histórica en las formas en que los seres humanos han interpretado encuentros con lo "otro". Desde figuras sobrenaturales del folclore —como la Santa Compaña, hadas o duendes— hasta apariciones religiosas, muchos de estos relatos comparten patrones con los actuales informes de encuentros cercanos con entidades extraterrestres. Curiosamente, a partir de 1947—con el auge de la era moderna de los OVNIs—estos relatos se han reinterpretado bajo un lente extraterrestre, desplazando explicaciones previas más enraizadas en el folclore.

A pesar de que la apariencia de estas entidades puede variar drásticamente según el ambito de lo forteano o sobrenatural donde se enmarque, el contenido emocional y simbólico de las experiencias suele ser similar en primeras instancias antes de que la estética adquiera un determinado rol dentro de los diferentes territorios de lo forteano: luces, sonidos extraños, estados alterados de conciencia y cambios en la percepción de la realidad.

Uno de los aspectos más fascinantes es la dificultad para clasificar estas experiencias. Si bien algunos encuentros han dejado huellas físicas —como marcas en el suelo o señales electromagnéticas—, la mayoría parecen desafiar las leyes físicas convencionales. Esto lleva a considerar la posibilidad de que estemos ante fenómenos que cruzan los límites entre lo real y lo intangible, lo físico y lo mental. Es posible que estas apariciones podrían manifestarse adaptándose a lo que el testigo espera o puede entender, lo cual explicaría la variedad de descripciones. En lugar de tratarse de seres con una forma fija y universal, serían manifestaciones que "dialogan" simbólicamente con nuestra psique.  El mismo tipo de experiencia puede ser interpretado como una aparición mariana en Galicia, una abducción extraterrestre en Arizona o un contacto con espíritus en la Amazonía. Esta plasticidad simbólica sugiere que el fenómeno se adapta a los marcos interpretativos disponibles en cada cultura, lo cual refuerza su dimensión antropológica.

Y es que estos encuentros, lejos de ser simples anomalías, tienen el potencial de transformar a quienes los viven. Algunas personas afirman haber despertado habilidades latentes, cambiado su percepción del mundo o haber sido inspiradas a dedicarse al arte, la ciencia o la espiritualidad.

A pesar del escepticismo y silencio institucional, el testimonio acumulado sugiere una realidad compartida que trasciende las diferencias culturales. Estos encuentros podrían ser una manifestación de una inteligencia ajena al ser humano que ha estado presente a lo largo de la historia, interactuando con la humanidad de formas que apenas empezamos a comprender.

Estos fenómenos no solo son externos al observador, sino que también están profundamente ligados a la estructura de la conciencia. En lugar de insistir en una objetividad inalcanzable, tenemos que considerar estos relatos como testimonios válidos de experiencias humanas significativas. Desde esta óptica, el fenómeno OVNI funcionaría como una interfaz simbólica entre el ser humano y lo desconocido, capaz de reflejar estructuras profundas de la psique colectiva. Esta variabilidad también plantea una crítica implícita a las teorías que buscan explicaciones diversas para estos eventos. En lugar de pensar en múltiples fenómenos distintos, tenemos que tener en cuenta la posibilidad de una única realidad subyacente que se manifiesta de manera diversa según el observador y su contexto sociocultural.

Desde esta perspectiva, el fenómeno OVNI se configura como un campo de estudio privilegiado para repensar los límites del conocimiento humano, la naturaleza de la conciencia y el papel de la cultura en la construcción de la realidad. Tal enfoque exige no solo una mayor apertura epistemológica, sino también un diálogo interdisciplinario que incluya la antropología, la psicología, la filosofía de la mente y las ciencias de la religión.



JOSE ANTONIO CARAV@CA


Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.

miércoles, 1 de enero de 2025

"DESCARGAS COGNITIVAS”: CUANDO EL AGENTE EXTERNO RECONFIGURA LA REALIDAD

 






En mi extensa investigación sobre los encuentros cercanos con OVNIs he llegado a la conclusión de que estamos frente a una realidad mucho más compleja y fascinante de lo que inicialmente imaginamos. No creo que estemos simplemente ante visitas de naves extraterrestres provenientes de otros planetas como ha sugerido la estética del fenómeno desde prácticamente sus inicios. Lo que realmente está ocurriendo detrás de estas observaciones anómalas, con una escenografía que puede llevar a la confusión, podría ser consecuencia de una interacción con lo que he denominado un "agente externo" o inteligencia que va mucho más allá de nuestras concepciones tradicionales sobre lo que constituye vida alienígena o tecnología avanzada. Este agente externo, en mi opinión, no es un ser físico que llega desde alguna galaxia distante, una dimensión paralela o desde nuestro futuro lejano. Más bien, parece algún tipo de fuerza que no solo tiene la capacidad de distorsionar nuestra realidad y percepción, sino que además y esto es lo más importante puede reconfigurar nuestro sistema operativo mental. Me explico.

A lo largo de mis estudios he observado que estos fenómenos no solo alteran la visión del testigo, sino que también afectan su psique, sus emociones, e incluso pueden modificar el entorno físico hasta límites que han escapado a nuestro entendimiento Así mismo, las anomalías espacio-temporales también constituyen una constante en este tipo de encuentros, donde la sensación de aislamiento y la distorsión temporal, ya sea a través de la dilatación o contracción del tiempo, se repiten de manera constante. Estas experiencias parecen distanciarse de lo que normalmente entendemos como la realidad cotidiana, sumergiendo a quienes las experimentan en una "dimensión alternativa" donde el tiempo deja de comportarse según las leyes que conocemos. El sentido de desorientación temporal, donde horas pueden parecer minutos o viceversa, añade un matiz de alta extrañeza que acompaña a estos fenómenos y que muchos estudiosos catalogaban como "tiempo perdido". Pero desde mi particular óptica estas acusadas anomalías temporales, más allá de encubrir tiempos perdidos (memoria borrada a los testigos), podría ser una consecuencia de la exposición a estas manifestaciones que de alguna manera pueden alterar el espacio tiempo sin que necesariamente conlleve esa pérdida de tiempo, simplemente el tiempo transcurre de otro modo.

Una de las claves que he planteado en mis diferentes trabajos es el papel crucial que juega el testigo en estas experiencias. Como he comentado en infinidad de ocasiones no creo que los seres humanos sean meros observadores pasivos ante este desconcertante fenómeno de alto contenido visionario. No al menos ante cierta fase del fenómeno, donde precisamente se despliega una mayor extrañeza, y donde parece haber implícito algún tipo de interacción psíquica. Por tanto los testigos no son cronistas casuales. Todo lo contrario: sus creencias, temores, cultura y expectativas influyen directamente en la forma en que el agente externo se manifiesta en nuestro entorno. Es como si esta inteligencia se adaptara configurando la experiencia para que se alinee con el bagaje psicológico y cultural de cada individuo. Esta interacción dinámica entre el testigo y el fenómeno explicaría la enorme diversidad de relatos, a veces contradictorios entre ellos, que han desconcertado a los investigadores durante décadas. Lo más asombroso es que este agente externo no es algo nuevo como ya han apuntado diversos estudiosos. Si examinamos con atención, podemos rastrear su presencia en muchos folclores de la humanidad a lo largo de los siglos, donde los encuentros con seres, entidades y criaturas de todo pelaje han sido una constante. Además todas estas visiones parecían señalar en la dirección de que el fenómeno tenía una extremada facilidad para llegar hasta los testigos, como si su origen estuviera a la vuelta de la esquina. Ni demasiado lejos, ni demasiado cerca. Apariciones marianas, encuentros con seres elementales, e incluso ciertas experiencias místicas y religiosas podrían estar relacionadas con la misma entidad que hoy identificamos como parte del fenómeno OVNI, otorgándole un faceta tecnológica. Este agente externo parece operar en una frontera ambigua entre lo físico y lo psíquico, lo que hace que sus manifestaciones sean difíciles de encasillar bajo los paradigmas científicos que manejamos actualmente.

Otro punto que considero esencial es que este agente externo no solo influye en la mente del observador o los observadores, sino que también puede alterar la realidad física que lo/s rodea. He recopilado numerosos testimonios en los que los testigos reportan cambios en su entorno, rastros físicos y, en algunos casos, incluso importantes y rastreables alteraciones en su estado de salud tras un encuentro. Esto indica que el agente externo no solo afecta la percepción, sino que tiene un poder real para manipular el mundo físico de maneras que aún no comprendemos. Esto me ha llevado a sospechar que todo podría estar vinculado a una misma fuente, a un agente externo indeterminado que se manifiesta o quizás es percibido o decodificado de distintas formas según las circunstancias y la interpretación cultural de los testigos arrastrando una amplia fenomenología. Lamentablemente, la ciencia actual aún no ha sido capaz de abordar estos sucesos con la amplitud que requieren. La obsesión por encontrar respuestas exclusivamente en términos de tecnología extraterrestre o explicaciones físicas o psicológicas convencionales ha limitado nuestra capacidad para comprender y profundizar en la verdadera naturaleza de lo que estamos enfrentando. Y es que para avanzar en el estudio de estas manifestaciones, necesitamos adoptar un enfoque más amplio, que considere no solo los aspectos mecánicos o físicos, sino también las ciencias sociales, la psicología y la antropología.

Una de las analogías más llamativas que empleo para entender la interacción entre el agente externo y la psique de los testigos es la de un software que recibe una actualización avanzada e imprevista, para la que no siempre estamos equipados. Al igual que en un sistema informático, el agente externo parece "descargar" sobre los observadores información a través de impulsos visuales y sensoriales. En ese proceso, el ser humano se convierte en una especie de "terminal" conectada a una fuente superior que trabaja con códigos muy avanzados y desconocidos. Esto podría explicar por qué las experiencias de cada persona, aunque similares en apariencia, son en realidad profundamente distintas entre sí, en lo estético y en las posibles repercusiones. El fenómeno parece reconfigurarse constantemente, ajustando su manifestación al "sistema operativo" mental y perceptivo de cada individuo, algo que ha desconcertado a investigadores durante más de 70 años que intentaban en vano estabilizar la apariencia de los ufonautas y sus naves en una foto fija. Siguiendo con el símil, durante esta "actualización", se establece una especie de transferencia de información entre el testigo y el fenómeno, pero este proceso puede inducir un impacto tan abrumador que la psique humana puede quedar temporalmente colapsada o turbada. De hecho, no es raro que el organismo físico sufra consecuencias como parálisis, ceguera temporal, acúfenos (ruidos o zumbidos en los oídos) o incluso otras formas de alteraciones fisiológicas. Es importante subrayar que no todas los "terminales" reaccionan de la misma manera ante esta injerencia externa. Algunas personas pueden experimentar efectos negativos, mientras que otras, curiosamente, pueden encontrar una mejora en su estado físico o emocional, como si el fenómeno no solo influyera en sus mentes, sino también en sus cuerpos. Esto lleva a considerar que la intervención del agente externo, en su intento por "actualizar" las funciones cognitivas del testigo, puede tener efectos muy diversos. Para algunos, podría representar una especie de choque mental que deja secuelas físicas o emocionales duraderas, mientras que para otros, podría ser una experiencia reveladora, e incluso sanadora, aunque también podría darse el caso que el "terminal" rechace la conexión y todo quedara en una simple “anécdota”. Al igual que con los sistemas informáticos donde cada terminal reacciona de manera distinta ante una nueva versión de software, según el equipamiento y su uso, el ser humano parece manifestar respuestas igualmente variadas ante la interacción con estas manifestaciones. Algunos individuos podrían recibir la "actualización" sin complicaciones, mientras que otros podrían experimentar efectos nulos o, en casos más extremos, un colapso temporal o incluso prolongado que afectara tanto la mente como el cuerpo. Por lo tanto, las "escenografías" que emergen de este proceso, una suerte de constructo mental creado entre el fenómeno y el testigo, podrían no solo distorsionar la percepción de quienes lo experimentan, sino también influir en la realidad que nos rodea de maneras completamente inesperadas e imprevisibles. Esto abre la puerta a infinitas cuestiones: ¿cuál es la verdadera naturaleza del fenómeno? ¿Estamos preparados para procesar adecuadamente esta "información" que parece diseñada para interactuar con nuestra consciencia de formas que aún no comprendemos del todo? ¿Si nuestra psique estuviera correctamente “actualizada” nuestra percepción cambiaría?

Lo que resulta intrigante es que este paralelismo con un software sugiere que el agente externo no opera de manera estática. Parece evolucionar y adaptarse, como si respondiera no solo a las características individuales de cada persona, sino también a factores más amplios, como el contexto sociocultural o incluso el momento histórico. Esto abre la puerta a innumerables preguntas sobre la verdadera naturaleza del fenómeno, pero también sobre nuestra capacidad para procesar esta "información" que parece estar diseñada para interactuar con nuestra consciencia de maneras que aún no entendemos del todo. ¿Estas visiones buscan modificar nuestra percepción de la realidad, llevándola más allá de los límites cognitivos habituales? ¿Pueden nuestras creencias funcionar como un “cortafuegos”, complicando, distorsionando o incluso bloqueando la correcta recepción de la señal enviada por este agente externo?

No pretendo tener todas las respuestas. 

Mi intención no es ofrecer una verdad definitiva, sino abrir el debate y generar una reflexión a todos los niveles. Estoy convencido de que el fenómeno OVNI es solo una pequeña parte de una realidad cognitiva mucho más vasta que apenas comenzamos a vislumbrar detrás de esta pantalla altamente fascinante e hipnotizante que hemos llamado casuística. La interacción con este agente externo podría ser, en última instancia, una oportunidad para descubrir aspectos ocultos de nuestra propia naturaleza y de nuestra relación con el cosmos. Posiblemente, al final, este fenómeno nos esté guiando hacia una comprensión más intuitiva del universo y de nuestro lugar en él. 

Quizás, más que nunca, necesitamos esa actualización.




JOSE ANTONIO CARAV@CA

Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.