jueves, 25 de diciembre de 2025

ENCUENTROS CERCANOS CON OVNIS: ¿EXISTE REALMENTE UNA VINCULACIÓN PSIQUICA CON EL FENÓMENO?


 



A estas alturas tengo claro que hablar de OVNIs no es lo mismo que hablar de platillos volantes. Aunque en el imaginario colectivo ambos términos se superponen, y son prácticamente lo mismo, conviene marcar una diferencia esencial desde mi punto de vista. Los OVNIs —objetos voladores no identificados— constituyen, como indican sus propias siglas, una categoría muy amplia y ambigua de cosas, que abarca desde fenómenos meteorológicos, globos, malas interpretaciones, hasta tecnología desconocida. En cambio, los platillos volantes, especialmente su categoría de los llamados “encuentros cercanos”, o sea los casos a dos palmos de las manifestaciones, implican una serie de eventos de alta extrañeza, que es imposible asociar estas experiencias a algo convencional. Lo visualizado en estas crónicas excede por completo el rango de lo conocido en el mundo normal.

Aunque lo más desconcertante, sin embargo, no es solo la forma nada usual o comportamiento desconcertante del fenómeno, sino la aparente relación que mantiene con la psique del observador. Como si ambos estuvieran conectados por un hilo invisible.

Desde los inicios de la investigación ufológica moderna se ha documentado una sospechosa sincronía entre el fenómeno y el testigo. El primer aspecto anotado fue que algunos platillos volantes parecían anticiparse a las acciones humanas, leer pensamientos, e incluso inducir a las personas a estar en el lugar y momento exactos del encuentro, controlando por completo su voluntad.

Este inquietante patrón no se limita a la ufología. Aparece también en otras experiencias extraordinarias a lo largo de la historia: visiones marianas, apariciones místicas, encuentros con seres de la tradición popular o fenómenos forteanos, lo que refuerza la idea de que estamos ante un mismo fenómeno que se filtra de diferentes formas debido precisamente a esa conexión mental. La percepción de los observadores parece estar influencia por su propio contenido inconsciente haciendo que la escenografía sea altamente mutable y que se asocie a determinadas creencias o épocas. Como si las manifestaciones se personalizaran en cada ocasión en función de su conjunción con los observadores y el material psíquico puesto en juego. Se podría hablar de una experiencia liminal, en el sentido en que la conciencia del testigo se desplaza de su estado ordinario y entra en una zona ambigua, a medio camino entre lo real, lo simbólico y lo trascendente

Pero podemos seguir buceando en la literatura ufológica en busca de más pistas de esta intromisión psíquica del fenómeno. Numerosos testigos han relatado que los denominados ufonautas se comunican mediante telepatía, o en algunos casos, a través de formas de transmisión de carácter no verbal. Este detalle, aunque frecuentemente citado con una naturalidad pasmosa por los ufólogos, encierra una complejidad notable que rara vez se aborda en profundidad. La posibilidad de establecer una comunicación telepática fluida no es, en absoluto, un proceso sencillo o directo. Para transmitir información mental de forma precisa, sería necesario un conocimiento detallado del funcionamiento neuropsicológico del receptor: desde las frecuencias cerebrales en las que opera la conciencia humana, hasta la estructura simbólica, lingüística y cultural que configura su pensamiento. No basta con “enviar un mensaje mental”; ese mensaje debe codificarse en un lenguaje comprensible, atravesar posibles filtros emocionales o cognitivos, y ser decodificado por el cerebro del testigo en términos coherentes. Esto plantea interrogantes de enorme calado: ¿quién —o qué— posee tal nivel de conocimiento sobre la mente humana como para comunicarse con ella? ¿Y por qué esa comunicación se da en términos que parecen adaptarse a la comprensión del testigo, a veces incluso recurriendo a símbolos arquetípicos o culturales específicos? ¿Acaso el fenómeno está emparentado con nuestra conciencia de alguna manera?

Pero hay más.

Otro dato interesante para nuestro estudio es que muchos testigos tienen la sensación de que la presencia de estas manifestaciones, independientemente de su contexto o etiqueta sobrenatural, inducen profundos y diversos estados alterados de conciencia. Son innumerables los incidentes donde los observadores parecen caer en una especie de trance, sopor, o en un estado de percepción no habitual que parece incitado por el fenómeno. Los estudiosos han reportado la existencia de una especie de "campana de silencio", una burbuja donde el mundo exterior parece quedar suspendido. Un silencio absoluto envuelve el entorno, y da la impresión de que incluso las personas cercanas han desaparecido sin dejar rastro. Y es que este es uno de los aspectos más frecuentes en los informes de encuentros cercanos. Infinidad de testigos relatan que han sufrido una alteración espacio temporal durante su experiencia que se deriva en lapsos perdidos, tiempo que se acelera o se detiene o eventos que ocurren “fuera del tiempo”. Los diferentes estudiosos explican este curioso fenómeno desde dos perspectivas fundamentales: o bien la manifestación altera el continuo espacio-temporal, o bien la conciencia del testigo entra en un estado no ordinario que el tiempo deja de percibirse linealmente, como ocurre en sueños, en hipnosis o, incluso en experiencias místicas. Esto refuerza la hipótesis de que el fenómeno no sólo ocurre "fuera", en el cielo o en el campo frente a los ojos de los observadores, sino que tiene una desconcertante dimensión psíquica.

Otro aspecto fascinante es la versatilidad del fenómeno. Las descripciones de las naves y sus ocupantes varían drásticamente entre testigos, incluso en casos geográficamente cercanos o contemporáneos. No hay una tipología estable ni coherente. La estética parece adaptarse a la mente del testigo, como si el fenómeno se moldeara en tiempo real según el bagaje cultural, psicológico o simbólico de cada persona. Esta plasticidad sugiere que no estamos ante una tecnología objetiva y externa, sino ante una experiencia inmersiva que incluye un componente proyectivo: lo que se ve es, en parte, lo que se espera, teme o imagina cada individuo. Este hecho refuerza sin duda la conexión entre mente y fenómeno.

Esto sugiere un mecanismo de control mental que pone en entredicho la naturaleza misma del fenómeno como un ente totalmente ajeno e independiente a los testigos. ¿Estamos hablando de tecnología avanzada o de una manifestación cuyo canal de comunicación principal es la mente humana?

Pero sin duda, uno de los aspectos más singulares y menos abordados es la interrupción abrupta del contacto, y que vincula directamente las experiencias ufológicas con otras manifestaciones anómalas, como las apariciones marianas o los encuentros con entidades y seres sobrenaturales a lo largo de la historia, es la posibilidad de interrumpir el contacto de forma súbita y unilateral. Diversos testimonios coinciden en que la manifestación puede desaparecer bruscamente, como se si apagara un televisor, si el testigo comienza a recitar plegarias, mantras, oraciones, conjuros o simplemente demuestra una fuerte voluntad de ruptura. Este detalle es clave, ya que sugiere que lo observado en estas experiencias se manifiesta a través de la mente humana y solo permanece mientras exista una comunicación continua y sin interrupciones. Curiosamente las antiguas narraciones de apariciones sobrenaturales: desde la Santa Compaña hasta entidades demoníacas o criaturas fantásticas, relatan que el ser humano podía invocar símbolos religiosos o mágicos para defenderse o interrumpir la visión.

 

Vista desde esta perspectiva, los crónicas de encuentros cercanos con platillos volantes abren la puerta a otro tipo de hipótesis, alejadas de la idea de simples incursiones aéreas de origen alienígena. Estos episodios parecen estar profundamente ligados a la percepción, la conciencia y a la compleja relación entre el observador y este fenómeno ancestral. La ausencia de tipologías fijas, junto con la aparente capacidad de las manifestaciones para interferir directamente con la mente del testigo, sugiere que no estamos ante unas escenografías meramente físicas, sino ante una experiencia psíquica profunda e inmersiva, que adopta la apariencia de un suceso externo tal vez como una forma simbólica de comunicarse o de reflejar aspectos ocultos de la psique individual o colectiva. Si logramos seguir ese hilo invisible que nos conecta al fenómeno es probable que hallemos algunos respuestas.

En este sentido lo que se manifiesta en estos encuentros extraordinarios podría entenderse como una distorsión cultural cargada de simbolismo, una especie de espejo de feria donde convergen mitos, creencias y percepciones colectivas. Más allá de revelar aspectos de un fenómeno aún indefinido, estas experiencias parecen servir como lienzos en blancos para proyectar hacia el exterior capas profundas de la conciencia humana. Es como si, en determinados estados de percepción, la psique en conjunción con este fenómeno encontrara una vía para comunicarse con el exterior, desafiando nuestras categorías habituales de lo real.

 



JOSE ANTONIO CARAV@CA


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