A estas alturas tengo claro que hablar de OVNIs no es lo mismo que hablar de platillos volantes. Aunque en el imaginario colectivo ambos términos se superponen, y son prácticamente lo mismo, conviene marcar una diferencia esencial desde mi punto de vista. Los OVNIs —objetos voladores no identificados— constituyen, como indican sus propias siglas, una categoría muy amplia y ambigua de cosas, que abarca desde fenómenos meteorológicos, globos, malas interpretaciones, hasta tecnología desconocida. En cambio, los platillos volantes, especialmente su categoría de los llamados “encuentros cercanos”, o sea los casos a dos palmos de las manifestaciones, implican una serie de eventos de alta extrañeza, que es imposible asociar estas experiencias a algo convencional. Lo visualizado en estas crónicas excede por completo el rango de lo conocido en el mundo normal.
Aunque lo más
desconcertante, sin embargo, no es solo la forma nada usual o comportamiento
desconcertante del fenómeno, sino la aparente relación que mantiene con la
psique del observador. Como si ambos estuvieran conectados por un hilo
invisible.
Desde los inicios de la
investigación ufológica moderna se ha documentado una sospechosa sincronía
entre el fenómeno y el testigo. El primer aspecto anotado fue que algunos
platillos volantes parecían anticiparse a las acciones humanas, leer
pensamientos, e incluso inducir a las personas a estar en el lugar y momento
exactos del encuentro, controlando por completo su voluntad.
Este inquietante patrón no
se limita a la ufología. Aparece también en otras experiencias extraordinarias
a lo largo de la historia: visiones marianas, apariciones místicas, encuentros
con seres de la tradición popular o fenómenos forteanos, lo que refuerza la
idea de que estamos ante un mismo fenómeno que se filtra de diferentes formas
debido precisamente a esa conexión mental. La percepción de los observadores
parece estar influencia por su propio contenido inconsciente haciendo que la
escenografía sea altamente mutable y que se asocie a determinadas creencias o
épocas. Como si las manifestaciones se personalizaran en cada ocasión en
función de su conjunción con los observadores y el material psíquico puesto en
juego. Se podría hablar de una experiencia liminal, en el sentido en que la
conciencia del testigo se desplaza de su estado ordinario y entra en una zona
ambigua, a medio camino entre lo real, lo simbólico y lo trascendente
Pero podemos seguir buceando
en la literatura ufológica en busca de más pistas de esta intromisión psíquica
del fenómeno. Numerosos testigos han relatado que los denominados ufonautas se
comunican mediante telepatía, o en algunos casos, a través de formas de
transmisión de carácter no verbal. Este detalle, aunque
frecuentemente citado con una naturalidad pasmosa por los ufólogos, encierra
una complejidad notable que rara vez se aborda en profundidad. La posibilidad
de establecer una comunicación telepática fluida no es, en absoluto, un proceso
sencillo o directo. Para transmitir información mental de forma precisa, sería
necesario un conocimiento detallado del funcionamiento neuropsicológico del
receptor: desde las frecuencias cerebrales en las que opera la conciencia
humana, hasta la estructura simbólica, lingüística y cultural que configura su
pensamiento. No basta con “enviar un mensaje mental”; ese mensaje debe
codificarse en un lenguaje comprensible, atravesar posibles filtros emocionales
o cognitivos, y ser decodificado por el cerebro del testigo en términos
coherentes. Esto plantea interrogantes de enorme calado: ¿quién —o qué— posee
tal nivel de conocimiento sobre la mente humana como para comunicarse con ella?
¿Y por qué esa comunicación se da en términos que parecen adaptarse a la
comprensión del testigo, a veces incluso recurriendo a símbolos arquetípicos o
culturales específicos? ¿Acaso el fenómeno está emparentado con nuestra
conciencia de alguna manera?
Pero hay más.
Otro dato interesante para
nuestro estudio es que muchos testigos tienen la sensación de que la presencia
de estas manifestaciones, independientemente de su contexto o etiqueta
sobrenatural, inducen profundos y diversos estados alterados de conciencia. Son
innumerables los incidentes donde los observadores parecen caer en una especie
de trance, sopor, o en un estado de percepción no habitual que parece incitado por
el fenómeno. Los estudiosos han reportado la existencia de una especie de
"campana de silencio", una burbuja donde el mundo exterior parece
quedar suspendido. Un silencio absoluto envuelve el entorno, y da la impresión
de que incluso las personas cercanas han desaparecido sin dejar rastro. Y es
que este es uno de los aspectos más frecuentes en los informes de encuentros
cercanos. Infinidad de testigos relatan que han sufrido una alteración espacio
temporal durante su experiencia que se deriva en lapsos perdidos, tiempo que se
acelera o se detiene o eventos que ocurren “fuera del tiempo”. Los diferentes
estudiosos explican este curioso fenómeno desde dos perspectivas fundamentales:
o bien la manifestación altera el continuo espacio-temporal, o bien la
conciencia del testigo entra en un estado no ordinario que el tiempo deja de
percibirse linealmente, como ocurre en sueños, en hipnosis o, incluso en
experiencias místicas. Esto refuerza la hipótesis de que el fenómeno no sólo
ocurre "fuera", en el cielo o en el campo frente a los ojos de los
observadores, sino que tiene una desconcertante dimensión psíquica.
Otro aspecto fascinante es
la versatilidad del fenómeno. Las descripciones de las naves y sus ocupantes
varían drásticamente entre testigos, incluso en casos geográficamente cercanos
o contemporáneos. No hay una tipología estable ni coherente. La estética parece
adaptarse a la mente del testigo, como si el fenómeno se moldeara en tiempo
real según el bagaje cultural, psicológico o simbólico de cada persona. Esta
plasticidad sugiere que no estamos ante una tecnología objetiva y externa, sino
ante una experiencia inmersiva que incluye un componente proyectivo: lo que se
ve es, en parte, lo que se espera, teme o imagina cada individuo. Este hecho
refuerza sin duda la conexión entre mente y fenómeno.
Esto sugiere un mecanismo de
control mental que pone en entredicho la naturaleza misma del fenómeno como un
ente totalmente ajeno e independiente a los testigos. ¿Estamos hablando de
tecnología avanzada o de una manifestación cuyo canal de comunicación principal
es la mente humana?
Pero sin duda, uno de los
aspectos más singulares y menos abordados es la interrupción abrupta del
contacto, y que vincula directamente las experiencias ufológicas con otras
manifestaciones anómalas, como las apariciones marianas o los encuentros con
entidades y seres sobrenaturales a lo largo de la historia, es la posibilidad
de interrumpir el contacto de forma súbita y unilateral. Diversos testimonios
coinciden en que la manifestación puede desaparecer bruscamente, como se si
apagara un televisor, si el testigo comienza a recitar plegarias, mantras,
oraciones, conjuros o simplemente demuestra una fuerte voluntad de ruptura.
Este detalle es clave, ya que sugiere que lo observado en estas experiencias se
manifiesta a través de la mente humana y solo permanece mientras exista una
comunicación continua y sin interrupciones. Curiosamente las antiguas
narraciones de apariciones sobrenaturales: desde la Santa Compaña hasta
entidades demoníacas o criaturas fantásticas, relatan que el ser humano podía
invocar símbolos religiosos o mágicos para defenderse o interrumpir la visión.
Vista desde esta
perspectiva, los crónicas de encuentros cercanos con platillos volantes abren
la puerta a otro tipo de hipótesis, alejadas de la idea de simples incursiones
aéreas de origen alienígena. Estos episodios parecen estar profundamente
ligados a la percepción, la conciencia y a la compleja relación entre el
observador y este fenómeno ancestral. La ausencia de tipologías fijas, junto
con la aparente capacidad de las manifestaciones para interferir directamente
con la mente del testigo, sugiere que no estamos ante unas escenografías
meramente físicas, sino ante una experiencia psíquica profunda e inmersiva, que
adopta la apariencia de un suceso externo tal vez como una forma simbólica de
comunicarse o de reflejar aspectos ocultos de la psique individual o colectiva.
Si logramos seguir ese hilo invisible que nos conecta al fenómeno es probable
que hallemos algunos respuestas.
En este sentido lo que se
manifiesta en estos encuentros extraordinarios podría entenderse como una
distorsión cultural cargada de simbolismo, una especie de espejo de feria donde
convergen mitos, creencias y percepciones colectivas. Más allá de revelar aspectos
de un fenómeno aún indefinido, estas experiencias parecen servir como lienzos
en blancos para proyectar hacia el exterior capas profundas de la conciencia
humana. Es como si, en determinados estados de percepción, la psique en conjunción
con este fenómeno encontrara una vía para comunicarse con el exterior,
desafiando nuestras categorías habituales de lo real.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.

No hay comentarios:
Publicar un comentario