jueves, 4 de septiembre de 2025

LA TEORÍA DE LA DISTORSIÓN: CUANDO LA REALIDAD SE DOBLA

 



Por décadas, luces imposibles, figuras misteriosas y fenómenos inexplicables han desconcertado a investigadores y curiosos de medio mundo. Pero, ¿y si todos esos episodios —desde los platillos volantes hasta las apariciones marianas— fueran manifestaciones con un mismo origen?

Esa es la apuesta de la Teoría de la Distorsión (TD), y que vamos a explicar brevemente.

Para empezar hay que aclarar que la TD sostiene que el fenómeno es externo e independiente del ser humano. No nace en nuestra mente ni en nuestra imaginación, aunque sin embargo, parta de lo manifestado está muy vinculado a nuestro psiquismo.

En un primer instante, cuando irrumpe en nuestra realidad, el fenómeno lo hace con un patrón reconocible: luces en el cielo, luminarias, entidades vagas, sonidos extraños o sensaciones de presencias invisibles. Los datos recopilados durante años apuntan en la misma dirección: estas manifestaciones pueden interactuar con nuestro entorno, mostrando diferentes grados de corporeidad. Hay casos documentados que registran alteraciones en campos electromagnéticos, huellas físicas en el terreno o en la vegetación e, incluso, efectos fisiológicos en los testigos, desde mareos y desorientación hasta quemaduras en la piel. Todo esto indica que, en ocasiones, aunque no siempre, el fenómeno adquiere una presencia material que no puede pasarse por alto.

Pero lo más extraño, es que el fenómeno parece moverse en una frontera difusa entre lo físico y lo no físico. En ocasiones, se manifiesta con una presencia marcadamente tangible, aunque con cierta ambigüedad: deja huellas en el terreno, altera dispositivos electrónicos, provoca cambios medibles en el ambiente e incluso genera efectos fisiológicos en los testigos. Pero en otras, su naturaleza es completamente inasequible, como si se tratara de un evento puramente psíquico, limitado a la experiencia subjetiva de quien lo presencia pese a que externamente, la visión parece estar hecha de la misma "sustancia" que la realidad misma.

Esta dualidad desconcierta a los investigadores porque rompe con la lógica tradicional de lo observable. Es como si el fenómeno pudiera oscilar entre diferentes estados de existencia, adaptándose a condiciones que todavía no comprendemos. En ocasiones, su irrupción en nuestra realidad es tan física y evidente que deja rastros medibles, sin embargo, en otros momentos parece permanecer en un plano intermedio, intangible, donde solo puede ser percibido por algunos testigos, sin que quede ningún registro material que lo respalde, pero, incomprensiblemente puede ser compartida por más personas. Esta capacidad de alternar entre lo físico y lo no físico sugiere que el fenómeno no está limitado por las leyes que rigen nuestro espacio-tiempo, lo que lo coloca más cerca de una interacción multidimensional que de una presencia estrictamente material.

El núcleo de la distorsión ocurre cuando el fenómeno “sintoniza” con la psique humana. Esta conexión puede darse por cercanía, exposición prolongada, sensibilidad del testigo o por una especie de coincidencia de frecuencias entre el observador y la manifestación. Cuando se establece ese contacto, el fenómeno se vuelve maleable. Su apariencia comienza a responder —no de forma consciente, sino automática— a los contenidos inconscientes de la mente del testigo. Es en ese momento cuando se produce la distorsión propiamente dicha: la nueva realidad se adapta, se filtra, y el observador percibe el fenómeno con un envoltorio culturalmente comprensible.

Este mecanismo explicaría por qué las descripciones de estas manifestaciones han cambiado con el tiempo y porque muestran una interminable inestabilidad estética, ya que cada observador reinicia de alguna manera el fenómeno a su forma. En épocas pasadas, los testigos hablaban de ángeles, demonios o vírgenes; durante el siglo XIX, de hadas, duendes o luces errantes; y a partir de mediados del siglo XX, de platillos volantes, naves y seres extraterrestres. No se trata de un disfraz ni de una intención de engaño por parte de inteligencias alienígenas. Es simplemente una consecuencia natural del contacto: el fenómeno, al entrar en conjunción con la psique del testigo, adopta la forma más coherente y comprensible dentro del marco del imaginario humano, integrando símbolos, creencias y referencias culturales propias de cada época. Pero más allá de un simple filtro perceptivo, lo que sugiere la teoría es algo aún más inquietante, ya que la mente humana no solo distorsiona el contenido de lo observado, sino que interfiere directamente en la naturaleza del fenómeno, participando activamente en la configuración de su apariencia, como si la conciencia del observador tuviera la capacidad de moldear, en tiempo real, la materia o corporeidad que este despliega ante nosotros.

Otro aspecto inquietante de la distorsión es que no todos los testigos perciben lo mismo. Incluso cuando varias personas presencian el mismo evento, cada una puede describirlo de manera diferente. Esto sugiere que la “forma final” del fenómeno no es completamente estática, sino que puede variar según la mente que lo procesa, como si cada percepción fuese un reajuste personal con esta nueva realidad aunque se en detalles sobre el mismo conjunto. Este patrón se repite en manifestaciones históricas que abarcan campos tan diversos como la ufología, la criptozoología, las apariciones marianas, los fenómenos parapsicológicos e incluso los sucesos forteanos.

Quizás, en ese delgado punto de conexión entre lo desconocido y la conciencia humana, se encuentre la clave de un misterio que, desde hace siglos, continúa desafiando a científicos, investigadores y curiosos de todo el mundo.




JOSE ANTONIO CARAV@CA


Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.


No hay comentarios:

Publicar un comentario