Los ovnis,
sobre todo en los encuentros cercanos, parecen ser, o se comportan, mejor
dicho, como un sistema individual de expresión de una dimensión cognitiva
desconocida con un amplio grado de contagio, como si se tratara de algún tipo
de virus. Al menos, así se comportó durante su etapa de mayor apogeo en el
siglo pasado afectando a determinadas y concretas personas y extendiéndose
rápidamente por todo el mundo de manera inexplicable (ni la histeria colectiva,
ni la sugestión, ni las alucinaciones colectivas puede explicar convenientemente
este hecho). Aunque las apariciones de ovnis se registraron en muchas partes
del mundo, al igual que ocurre con algunas patologías psicológicas que
comparten puntos en común entre diferentes pacientes pero se desarrollan con
detalles diferentes, la experiencias ovnis también se desarrollaron de forma
personalizada (subjetiva) en cada individuo, como si se “adaptaran”, primeramente,
al entorno del sujeto y después a sus propios factores sociales y culturales
privativos, pero manteniendo una misma estructura interna basada en un mismo concepto.
Si lo analizamos desde este punto de vista, los ovnis serían la manifestación
de un fenómeno principalmente psíquico, aunque no por ello exento de
repercusiones físicas sobre el medio y los testigos, que necesitaría de la
interacción con los individuos para mostrarse en nuestro mundo. ¿Y cómo lo
haría? A través de complejas “proyecciones” tridimensionales indistinguibles de
la realidad que la rodea, haciendo creer en la existencia de una determinada
creencia. De idéntica forma que a lo largo de la historia el ser humano ha
hablado con otro tipo de entidades, seres, dioses y criaturas que han surgido
de otros “mundos invisibles”.
Esto no
quiere decir, ni limitar, que el medio de expresión de los ovnis sea
exclusivamente en el reino “etéreo” de lo psíquico, o sea subjetivo e
incuantificable, sino que, por el contrario, sería capaz en ocasiones de hacerse
tangible en nuestro universo y provocar todo tipo de repercusiones físicas
(sobre los testigos o el medio). Pero dejando claro que la interacción física
del fenómeno sobre nuestra realidad estaría repleta de anomalías y matices como
los que se observan en las experiencias ovnis, además de notables alteraciones
espacio temporales.
Desde la
perspectiva actual podemos mirar hacia atrás, comprobando que las
manifestaciones de ovnis, al menos como se conoció y estudió en las décadas del
siglo pasado, se comportó como algún tipo de contagio temporal, y abarcando a
un nutrido grupo de personas, que experimentaron este tipo de vivencias. Lo
curioso es que este fenómeno guarda similitudes con otro tipo de experiencias
anómalas registradas en el pasado, en diferentes contextos y culturas, pero actualmente
parecen hallarse bajo un prisma “tecnificado” en vez de un contexto netamente
sobrenatural. Los ovnis nos hablan sobre la posible vida extraterrestre un tema
más acorde con los tiempos coetáneos a la bomba atómica y los ordenadores, que
a la visita de ángeles, duendes u otro tipo de criaturas fabulosas. Y es que
este paradigma sea cual sea su origen y propósito, se retroalimenta con sus
interacciones con los propios testigos, para manifestarse ante sus ojos.
Estamos ante algún tipo de realidad cognitiva inteligente e inmersiva capaz de
elevar nuestra comprensión del universo que nos rodea.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
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