miércoles, 9 de diciembre de 2020

INTRODUCCION: «ESTO NO ES KANSAS, NI SE LE PARECE…»






¿Qué son los ovnis? Esta es probablemente la pregunta más formulada en estas últimas siete décadas a los entusiastas de los platillos volantes, la interrogante del millón euros, que dirían algunos. No en vano, centenares de libros y miles de artículos publicados en más de diez países se amontonan en una interminable torre de Babel sin arrojar luz sobre esta espinosa cuestión. ¿Y cómo es esto posible? ¿Puede una ingente cantidad de información carecer de datos fiables y concretos de la naturaleza de un fenómeno? O lo que es lo mismo, ¿puede el estudio y análisis de montañas de documentos ovnis conducir a un callejón sin salida? Evidentemente, a tenor de los hechos, sí. Y es que, en los archivos de los investigadores se atesoran miles de avistamientos y encuentros cercanos con estas «máquinas» y sus «ocupantes» que deberían haber sido suficientes para establecer, al menos, alguna sólida teoría. Pero esto no ha sucedido. Las incertidumbres prevalecen sobre las certezas…

Aunque frente a esta realidad incuestionable, se da un hecho singular, casi paradójico. Aunque nadie ha mostrado jamás un platillo volante y a sus tripulantes sobre el plató de un informativo de televisión, la mayoría de los investigadores, y la opinión pública en general, han aceptado la hipótesis extraterrestre (HET) como la única solución a la ecuación que se nos planteaba desde el cielo. Y todo motivado única y exclusivamente por una sola sospecha que para estos estudiosos se transmutó en una rotunda «evidencia empírica» de que la propia «apariencia» del fenómeno ovni, nos mostraba la respuesta de una forma clara y contundente. Pues ¿qué otra cosa podría causar estos avistamientos? Los informes recopilados por los ufólogos están repletos de descripciones de vehículos espaciales, humanoides, escafandras, escalerillas, trenes de aterrizajes, humo, llamaradas, recogida de muestras y hasta pistolas de rayos… Por tanto, ¿qué duda hay? Los ovnis son visitantes del espacio estelar por pura y dura deducción...

Basados en esta «aplastante» lógica (¡?) la comunidad ufológica internacional, durante largas décadas, invirtió ímprobos esfuerzos en demostrar y defender la HET como la única respuesta válida ante el problema. Aunque lo hiciera a espaldas de la realidad. Porque hay una cosa clara que esta fuera de cualquier discusión. A día de hoy, la HET no puede explicar convincentemente el grueso de la «literatura  ovni» acopiada por los investigadores a lo largo y ancho del planeta; innumerables casos, existencia de platillos volantes de todas las formas y tamaños imaginables, infinita diversidad morfológica de los supuestos «extraterrestres», comportamientos absurdos y teatrales de los tripulantes de los ovnis, alteraciones espacio temporales, fenómenos paranormales, etcétera. Y es que la propia casuística ufológica ha ejercido como la principal «saboteadora» de la HET. El «bombero» pirómano. Ya que, con el devenir de los años, los informes ovnis han mostrado ser mucho más confusos y ambiguos de lo que sus pretendidas «apariencias» mostraban en un principio. Pero, aun conociendo estos episodios y estos aspectos insondables, una gran parte de la comunidad ufológica no quería dar marcha atrás después de tantos años, defendiendo a capa y espada estas ideas. Extasiados y fascinados ante la HET, prefirieron seguir defendiendo sus postulados, aunque para ello tuvieran que mirar para otro lado en determinados momentos. Incluso los ufólogos más obstinados modificaron o tergiversaron los casos más desestabilizadores para hacerlos encajar con sus férreos planteamientos. Pero tal y como afirmaba el genial Arthur Conan Doyle, en boca de su inmortal personaje Sherlock Holmes: «Es un error capital el teorizar antes de poseer datos. Insensiblemente, uno comienza a deformar los hechos para hacerlos encajar en las teorías en lugar de encajar las teorías en los hechos». Y salvo honrosas excepciones, una legión de investigadores se ha dejado arrastrar por este seductor «tsunami» ideológico, para perpetuar, una y otra vez, los mismos errores que han llevado al tema ovni al borde de un abismo insalvable.

Prueba de ello, es que, a lo largo de los años, y viendo la complejidad que tomaba la cuestión, los ufólogos tuvieron que abrir, aunque fuera a regañadientes, el abanico de posibilidades a otras explicaciones. Según el ilustre ufólogo sevillano Ignacio Darnaude, ante las incertidumbres generadas por el fenómeno  ovni se llegaron a plantear hasta más de 300 hipótesis diferentes: desde los idílicos extraterrestres, hasta visitantes de otras dimensiones, pasando por intraterrestres, ultraterrestres, viajeros en el tiempo, complejos sistemas de control, animales desconocidos de la estratosfera, entidades «vampíricas», sondas robots alienígenas, habitantes de la mítica Atlántida y un largo etcétera. A nuestro entender, esta increíble ruleta intelectual de posibilidades demuestra una cosa claramente; los ovnis encierran un secreto mucho más profundo de lo que su «apariencia externa» nos trasmite. Pero ¿a qué nos enfrentamos? ¿Debemos fiarnos de las apariencias? Me temo que no…

Pese a todo lo dicho, nadie puede negar a estas alturas que los ovnis son reales e incuestionables, a la par que inexplicables por nuestra ciencia actual. Lo que ocurre es que la no aceptación del paradigma a nivel general viene determinada porque aún no hemos sido capaces de precisar y concretar a qué nos enfrentamos realmente. Y es que los ovnis desconciertan a propios y extraños. Y toda esta confusión se origina porque sus furtivas incursiones parecen moverse entre dos universos supuestamente antagónicos, el físico y el psíquico, el real y el imaginario. Y es que los platillos volantes parecen surgir de una dimensión desconocida para manifestarse en una etérea frontera que se cruza con nuestra realidad, donde lo tangible y lo quimérico se hacen posible en una mágica conjunción. Como si se tratara de una alquimia imposible. Y esa, precisamente, es la pista que tenemos que seguir para esclarecer el enigma. Los  ovnis, al igual que el fabuloso reino descubierto por la joven Dorothy en la novela The Wonderful Wizard of Oz (El maravilloso Mago de Oz, Lyman Frank Baum, 1900), encierran un secreto oculto entre falsas «apariencias», «espejismos» y «trucos de magia», y solo atravesando este hipnótico «velo» llegaremos a desvelar el misterio…

Por lo tanto, tras más de setenta años de investigación e interminable especulación ufológica, es hora de «resetear» el sistema y ofrecer una nueva perspectiva sobre este prodigioso fenómeno. Es hora de retomar los viejos postulados y darles un nuevo enfoque. Una vuelta de tuerca más. Pensando sobre todo en esos miles de lectores y aficionados que, a día de hoy, ya exigen respuestas concretas. Demandan pasos adelante. Y, bajo esta premisa, se gestó la Teoría de la Distorsión. Pero vayamos por partes. Por el principio de todo…

Los  ovnis siempre me han interesado. No se cómo, ni por qué, pero desde muy joven el tema me atrapó. Recuerdo que cuando volvía del colegio me gustaba recortar y coleccionar recortes de prensa que hablaran sobre platillos volantes. Tenía una enorme curiosidad por aquellos relatos de personas que aseguraban haberse topado con una nave extraterrestre y sus ocupantes. Me parecía sencillamente fascinante. Y con los años mi curiosidad no menguó. Yo diría que fue todo lo contrario. Aumentó de forma gradual hasta convertirse en una sana obsesión. Por eso no es extraño que con catorce años lo tuviera tan claro. Mientras mis compañeros de juegos querían ser futbolistas, bomberos o policías, yo quería ser investigador de  ovnis, perseguir aquellas luminarias y toparme con sus tripulantes. Arrancarles su «secreto» o, al menos, convencerles para que me dejaran entrar en una de sus naves. Pues estaba plenamente convencido de que seres extraterrestres habían llegado a la Tierra desde lejanas galaxias. Y casi sin darme cuenta me vi envuelto en un sinfín de investigaciones, entrevistando testigos, escribiendo artículos y dando conferencias. Pero nunca me desvié de aquella curiosidad infantil. De mi verdadero objetivo. Encontrar respuestas…

Pero tras leer un libro revelador, Passport to Magonia: From Folklore to Flying Saucers (Pasaporte a Magonia: del folclore a los platillos volantes, 1969), de Jacques Vallée, en mi mente comenzó a perfilarse una nueva forma de enfocar el paradigma ovni. Y es que, al ahondar en la materia, comprendí que la problemática ufológica era mucho más compleja de lo que la hipótesis extraterrestre (HET) nos decía. Vallée lo había esbozado de forma admirable en su libro y había abierto la caja de Pandora. Había otras opciones en nuestra búsqueda de respuestas al fenómeno. Y fruto de mis nuevas inquietudes intelectuales, iniciadas tras aquella prometedora lectura, a principios de los noventa, publiqué en el boletín La Otra Realidad varios reportajes que dejaron claro mi drástico y casi definitivo distanciamiento de la HET. Empezaba a buscar nuevos horizontes. Pero el verdadero punto de «ruptura» con la mayoría de los planteamientos defendidos por mis colegas de la época, quedó perfectamente reflejado en un artículo titulado «OVNI: Auge, Caída y Transformación de un mito moderno» (1997), que causó gran impacto, incluso entre destacados investigadores como Salvador Freixedo. En dicho escrito comencé a intuir, al igual que otros estudiosos, que el testigo era el factor fundamental para comprender estas manifestaciones anómalas, que había «algo» que manipulaba la mente humana. Y a partir de ahí, poco a poco, año tras año, fui desarrollando progresivamente mis ideas, ampliando y completando los trabajos teóricos de muchos destacados investigadores. Y fruto de mi interés, escribí más de cien reportajes dedicados exclusivamente a exponer mis conjeturas. Y curiosamente, en 2011, gracias a la repercusión de algunos artículos publicados en los Estados Unidos, con la inestimable ayuda del investigador Rich Reynolds, decidí que era el momento de ponerle un nombre a este nuevo pensamiento ufológico. Y como todo surgió al otro lado del Atlántico, la patria de los platillos volantes, decidí nombrarla por primera vez en inglés. Y casi sin pensarlo lo bauticé como La Teoría de la Distorsión (Distortion Theory). Y de esta forma, tras más de tres décadas de estudio, se gestó una revolucionaria visión del fenómeno ovni, un proyecto que, en pocos años, a través de artículos, charlas y entrevistas, provocó gran interés en medio mundo. De hecho, mis reportajes llegaron desde Estados Unidos hasta España, lógicamente, y después a lugares tan dispares como Japón, Francia, Alemania, Argentina o Brasil, originando todo tipo de controversias y debates. Incluso destacados escépticos franceses y norteamericanos dedicaron tiempo y esfuerzo a contradecir algunas de mis afirmaciones. Esto era un síntoma inequívoco de que mis planteamientos empezaban a calar entre una gran parte de los aficionados e investigadores del tema ovni.

Y gracias a mi editor de cabecera, Oscar Fábrega, en 2018, publiqué un libro introductorio a mi universo teórico titulado Encuentros Cercanos con  ovnis ¿Una arquitectura psíquica? Introducción a la Teoría de la Distorsión, que convocó la atención de multitud de lectores y especialistas, provocando gran sorpresa y revuelo. Pero el verdadero reto era escribir este libro. Un amplio tratado que pudiera recoger detalladamente horas de infinitas reflexiones y con el que intentaría diseccionar de forma precisa este evasivo fenómeno, que hasta la fecha había logrado esquivar cualquier tipo de cartografía. Y, además, para mayor responsabilidad, tenía que cumplir con todas las expectativas que se habían creado en torno a mis tesis. Por tanto, no era una tarea sencilla. Nada sencilla. Pero, tras más de dos años trabajando en este manuscrito, rodeado de montañas de documentos, libros, revistas, añejas fotocopias, cuadernos de campos, casetes, y demás, conseguí por fin, no sin pocos quebraderos de cabeza —como habrá adivinado el lector—, dar forma a todos mis pensamientos, incluso a los más complejos, y transformarlos en este voluminoso libro que tiene entre sus manos. Una obra nada usual en el mundillo ufológico…

También me gustaría aclarar en este punto, antes de repasar un poco lo que nos depara esta lectura, que mis investigaciones se han centrado en un campo muy concreto de estudio, los numerosos e inexplicables encuentros con extrañas entidades registrados a lo largo de la historia, en los que podemos circunscribir perfectamente los denominados encuentros cercanos con  ovnis. Evidentemente, el «cajón» desastre en el que se ha convertido la ufología en la actualidad engloba probablemente muchos enigmas y sucesos misteriosos que nada o poco tienen que ver con el tema que nos ocupa en este tratado. Por tanto, es importante señalar que no es el objetivo de este libro, ni lo pretende, explicar todos y cada uno de los múltiples misterios e incidentes que se han asociado a los ovnis a los largos de los años: la posible vida en otros planetas, fenómenos lumínicos desconocidos, posibles tecnologías y experimentaciones terrestres secretas, etcétera. Como dice el refrán, eso es «harina de otro costal»…

¿Y qué encontraremos en esta obra?

Nuestro viaje arranca con una exhaustiva y cuidadosa radiografía de la casuística ufológica como nunca antes se había acometido. Para ello, a lo largo de los dos primeros capítulos expondré un buen número de asombrosos incidentes que nos ayudaran a adentrarnos en el verdadero núcleo del misterio ovni. Y lo haremos sin perder de vista ninguna de sus interesantes aristas, desde sus aspectos más claros a los más confusos. Continuaremos en el capítulo 3 con un extenso resumen de la evolución del pensamiento  ovni, desde las primeras e interesantes propuestas de Carl Jung, hasta los sustanciales avances de especialistas como Jacques Vallée, John Keel, Michael Grosso, Salvador Freixedo, Joseph A. Hynek, Scott Rogo, Carl Raschke, Dennis Stillings, Jerome Clark, Pierre Guerín, G. N. M. Tyrrell, Ignacio Darnaude, TerenceMcKenna, entre otros. Y todo, para tener una amplia y objetiva perspectiva del asunto que estamos analizando.

El capítulo 4 es sustancial para mis ideas, ya que en él remarcaré la inquietante vinculación de los platillos volantes con otras anomalías insondables protagonizadas por entidades y criaturas desconocidas. Por estas páginas desfilarán desde hadas y duendes hasta las visiones de fantasmas, pasando por las controvertidas apariciones marianas y los avistamientos del famoso Pies Grandes. Y en el capítulo 5, se mostrará otra sorprendente conexión: la extraordinaria relación entre la psique y los fenómenos extraños.

Finalmente, a partir del capítulo 6, hasta el décimo, nos introduciremos de lleno en la Teoría de la Distorsión, documentando a conciencia, todos, y cada uno de mis planteamientos con claros ejemplos extraídos de la literatura ovni. Creo que habrá suficiente material como para que los especialistas y aficionados puedan utilizarlo en sus futuros estudios o lecturas sobre el tema. Sería una bonita forma de confrontar mis ideas. Y en el último capítulo, quizás el que más meses me llevó confeccionar, compartiré mis conclusiones finales sobre la génesis y propósito de este desconcertante fenómeno. Anticipando que esas páginas estarán llenas de sorpresas… pero, poco más puedo adelantar…

Llegó el momento de empezar nuestro periplo.

Amigo lector, abróchese el cinturón porque comienza un apasionante viaje al corazón del que se ha considerado, en muchas ocasiones, el mayor enigma de la ciencia moderna… Y es que, como diría la buena de Dorothy, al lugar que nos conduce esta aventura no es precisamente «Kansas»… ¿Te atreves?


JOSE ANTONIO CARAV@CA

(Introducción de mi libro DISTORSION Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa?)



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