martes, 1 de octubre de 2024

DISTORSION: LOS ENCUENTROS CERCANOS CON OVNIS NO SON UN FENOMENO TECNOLOGICO

 




Mi interés por el fenómeno OVNI siempre ha estado centrado en el estudio y análisis de los encuentros cercanos, ya que siempre he considerado que son los eventos de mayor alta extrañeza dentro de la casuística y, que además, más parecen desafiar cualquier explicación convencional. Y es que, desde un principio, me sentí profundamente atraído por aquellos increíbles y extraordinarios testimonios de personas que no se limitaban a relatar simples avistamientos lejanos de luces en el cielo, sino que implicaban encuentros directos con los ocupantes de los platillos volantes en situaciones cargadas de elementos bizarros que parecían romper por completo las reglas de la realidad tal como la entendemos. En las distancias cortas el fenómeno se revelaba como algo más que la posibilidad de que estemos siendo visitados por inteligencias extraterrestres (HET). Muchas de estas experiencias estaban más próximas a las visiones de los místicos o a algún otro tipo de encuentro con lo sobrenatural que a una observación casual del aterrizaje de una todopoderosa civilización extraterrestre. Además la irrupción caótica de diferente fenomenología paranormal en la vida de los testigos no hacían presagiar nada bueno para la HET

Con el tiempo, entendí que era crucial abordar estos relatos no solo como fenómenos aislados que habían brotado a partir de 1947, sino como una continuación de un rico folclore que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Al igual que otros estudiosos defiendo que existe una conexión entre los encuentros cercanos con OVNIs y las antiguas tradiciones de extrañas entidades y criaturas que han sido descritas en múltiples culturas a lo largo y ancho del planeta. En este sentido, me parece que el fenómeno OVNI no es nada nuevo; más bien, es una versión actualizada de manifestaciones añejas que nuestros antepasados interpretaron como hadas, demonios, duendes, o seres celestiales, cada uno adaptado el fenómeno a la cosmovisión y las creencias de su época, pero que a su vez, lo más extraordinario es que el fenómeno parecía aceptar este rol en sus escenificaciones.

Desde un principio asumí que no debíamos comprar la imagen que se nos presentaba en estos encuentros como lo que pretendía ser, o sea, un reflejo fiel de la verdadera naturaleza o el origen. Entiendo que lo que observamos es solo una representación distorsionada, un eco de algo más profundo y complejo que juega ampliamente con nuestros modelos socioculturales. Aquí es donde entra en juego lo que he denominado la "Teoría de la Distorsión". En esencia, esta idea propone que lo que vemos y experimentamos durante un encuentro cercano está profundamente influenciado por nuestras propias creencias, expectativas y el contexto cultural en el que vivimos. Es decir, el fenómeno OVNI no se presenta de manera objetiva o pura; está filtrado por nuestra mente y nuestras percepciones, que, a su vez, están condicionadas por factores sociales e históricos. Y lo más extraño de todo, es que estas particularidades, el fenómeno las hace suyas como vehículo de expresión. Uno de los puntos clave es comprender la similitud entre los relatos de encuentros con platillos volantes y los mitos y folclores antiguos. A lo largo de los siglos, la humanidad ha reportado múltiples encuentros con entidades y seres de todo pelaje que, aunque reciben nombres diferentes según la época y la cultura, comparten muchas características en común, como aparecer y desaparecer a su antojo, venir acompañados de luces o fulgores, o ser portadores de ambiguos y desconcertantes mensajes que no aclaran nada de sus motivaciones o intenciones.  Lo que parecía indicar que, de forma soterrada, los observadores, tenían un papel crucial a la hora de dar forma a la estética de estas manifestaciones. En otras palabras, parecía que había una especie de comunicación encubierta entre los testigos y el fenómeno, en la cual los detalles de la escenografía que se observaba eran telegrafiados desde el inconsciente de los individuos. ¿Es posible que lo que vemos en un encuentro cercano no sea más que un reflejo de nuestras propia psique proyectada de vuelta hacia nosotros por una fuerza desconocida? Lo que es indudable es que, a pesar de que han pasado muchas décadas, ningún investigador de lo forteano ha logrado desentrañar el misterio que persigue incansablemente en su disciplina. Ni tenemos un Bigfoot, ni un fantasma y muchos menos un ufonauta atrapado para su exhibición pública. Es como si hubiera una infranqueable barrera que nos impidiera acceder a la verdadera naturaleza o esencia de estas manifestaciones, una barricada elevada por nuestra propia percepción y por los condicionamientos socioculturales que a modo de ruido nos impide escuchar con claridad el mensaje.

De esta forma, llegué a una conclusión que vertebra por completo mi percepción de estos eventos, y es que lo observado está inevitablemente influenciado por el observador. El fenómeno OVNI, a través de los años, ha demostrado una capacidad camaleónica para abrazar la forma que mejor encaja con las creencias y los mitos vigentes en cada momento de la historia. De hecho incluso los informes ufológicos de las décadas de los cincuenta y sesenta tienen una pátina asociada a la tecnología de la época que hace que dichos sucesos a día de hoy nos parezcan vintage e incluso ridículos. Por tanto, si el fenómeno puede cambiar su apariencia de esta manera, ¿cómo podemos confiar en que lo que vemos refleja su verdadera naturaleza? Pero sobre todo, ¿es el fenómeno el que cambia a voluntad para engañarnos o son los testigos los que en última instancia promueven estos cambios estructurales en la apariencia de las manifestaciones?

En este sentido, la Teoría Distorsión, ofrece una aproximación al núcleo del problema partiendo de la base de que los encuentros cercanos con OVNIs no son experiencias objetivas en el sentido tradicional, sino que están condicionadas y acotadas por la psique del testigo y por factores culturales y sociales. Estamos ante unas visiones maleables y altamente interactivas que son producto de una serie de conjunciones que se mezclan de forma impredecibles para crear una escenografía que recibe nomenclaturas sobrenaturales, tales como apariciones marianas, encuentros con animales o monstruos desconocidos, experiencias con espíritus, o relatos de hadas. Por lo que el testigo desempeña un papel activo en la construcción de la experiencia, y el fenómeno OVNI funciona como una especie de "catalizador" que activa una respuesta psicológica y cultural en el individuo, dando lugar a una experiencia que es tan personal como universal. Esto podría explicar por qué los relatos de encuentros cercanos varían tanto entre personas, y por qué los detalles de las descripciones a menudo reflejan elementos profundamente ligados a las creencias y expectativas individuales. Incluso los escenarios observados parecen ajustarse a ciertas zonas geográficas, lo que sugiere un factor endémico en las apariciones. En otras palabras, las estéticas de estos fenómenos necesitarían una transmisión cultural para que ciertos roles fueran conocidos y representados por el fenómeno en otros lugares. Esto, a su vez, indicaría que las manifestaciones forteanas no son las creadoras de esta manipulación estética, sino que se ven influenciadas por los contextos culturales existentes.

Desde este enfoque el fenómeno OVNI no puede ser entendido únicamente desde una perspectiva materialista o física. Si bien es tentador y sugestivo pensar en los platillos volantes como naves de otros mundos con tuercas y tornillos, la realidad parece ser mucho más compleja ya que podemos estar simplemente ante una actualización de un fenómeno ancestral que acompaña al ser humano desde los albores de su existencia. La interacción entre el fenómeno y el testigo crea una especie de "teatro" en el que los elementos visuales, narrativos y emocionales se entrelazan para producir una experiencia única que desafía cualquier intento de catalogarla o clasificarla de manera definitiva en algún marco conocido por nuestra ciencia. La clave podría residir en que no estamos lidiando con algo totalmente exógeno que actúa de manera independiente, sino con una interacción entre un agente externo desconocido y la mente de los observadores. Esta comunicación entre partes distorsiona lo que percibimos, creando una pantalla hipnótica que se resiste a las explicaciones convencionales. Es como si el fenómeno tuviera la capacidad de expandirse en nuestra realidad sobre la base de nuestras creencias y expectativas personales, adaptándose a ellas para crear una experiencia absolutamente envolvente e inmersiva que nos resulta en cierta medida  comprensible, pero que en realidad oculta una naturaleza más profunda. Es importante comprender, para no llegar a equívocos, que las experiencias ufológicas existen independientemente del testigo, pero muy probablemente no responden a un fenómeno tecnológico tal y como lo hemos asumido. Creo que las apariciones de luces o entidades siguen ciertos patrones comunes en su forma inicial, posteriormente, ya sea por la distancia o el tiempo de exposición, en un determinado momento la estética de la manifestación adquiere unos rasgos estéticos muy definidos debido a la interacción con los observadores. Y curiosamente esta estética que vemos en algunas manifestaciones forteanas es lo suficientemente clara, para que no tengamos dudas de que nos hallamos frente a unos visitantes extraterrestres, unos ángeles, difuntos o duendes.

No todas las personas que presencian estas apariciones logran interactuar con ellas de manera que las mismas "reaccionen" o "muten" ante su presencia. Lo interesante es que estas experiencias pueden despertar en nosotros ciertos cambios, o efectos paranormales dependiendo de cuán inmersos estemos en el evento. Aunque estas experiencias ocurren fuera de la mente del testigo, tienen profundas ramificaciones internas. Parecen ser una superposición de realidades: la física y la psíquica que dan paso a una tercera vía. En cuanto a las secuelas físicas que a veces acompañan estos eventos, parece que no siempre actua del mismo modo, por ejemplo, los OVNIs, que emiten luz, no siempre producen los mismos efectos en el entorno o en quienes los ven. La interacción del testigo con el fenómeno parece ser clave también para determinar el impacto de los encuentros o sus repercusiones.

Es importante destacar que los encuentros con estas entidades o fenómenos a menudo incluyen una serie de elementos comunes, como estados alterados de conciencia, zumbidos, cambios en la percepción del tiempo y el espacio, e incluso el despertar de habilidades extrasensoriales. Estas características nos hacen pensar en experiencias similares registradas a lo largo de la historia, en las que las personas han reportado encuentros con otras criaturas extrañas o entidades misteriosas alejadas a priopri de lo OVNI.

Cuando presenciamos un encuentro cercano con supuestos habitantes de otros mundos, lo que estamos registrando no es exactamente lo que está ocurriendo frente a nosotros. Es más bien como ver una película a través de unas gafas de realidad aumentada que distorsionan la escena, adaptándola a las creencias y expectativas de cada espectador. El fenómeno OVNI, por ejemplo, podría formar parte de un vasto universo cognitivo que nuestra mente intenta descifrar utilizando "códigos" que nos resulten comprensibles. Este filtro mental nos impide ver el fenómeno tal cual es, y en su lugar, lo interpretamos y percibimos de manera limitada o incluso alterada, ya que nuestra psique se esfuerza por darle sentido a algo que, en esencia, está más allá de lo que podemos comprender del todo. Lo que observamos, entonces, no es la realidad completa, sino una versión adaptada que encaja con nuestra forma de entender el mundo, tanto el conocido como el misterioso.

Esto explicaría por qué dos personas pueden experimentar el mismo fenómeno pero interpretarlo de maneras completamente diferentes. Una persona podría verlo como un OVNI, mientras que otra podría interpretarlo como una aparición divina. El fenómeno es real, pero cada mente lo "traduce" de manera distinta según sus propios filtros y creencias. Comprender que esta distorsión existe es el primer paso para empezar a descifrar qué es lo que realmente estamos presenciando. Aunque tal vez nunca lleguemos a entenderlo por completo, aceptar que lo que vemos está filtrado por nuestra mente es clave para acercarnos un poco más a la verdadera naturaleza de estos fenómenos.

 

 

JOSE ANTONIO CARAV@CA

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