Mi interés por el
fenómeno OVNI siempre ha estado centrado en el estudio y análisis de los
encuentros cercanos, ya que siempre he considerado que son los eventos de mayor
alta extrañeza dentro de la casuística y, que además, más parecen desafiar
cualquier explicación convencional. Y es que, desde un principio, me sentí
profundamente atraído por aquellos increíbles y extraordinarios testimonios de
personas que no se limitaban a relatar simples avistamientos lejanos de luces
en el cielo, sino que implicaban encuentros directos con los ocupantes de los
platillos volantes en situaciones cargadas de elementos bizarros que parecían
romper por completo las reglas de la realidad tal como la entendemos. En las distancias cortas el fenómeno se revelaba como algo
más que la posibilidad de que estemos siendo visitados por inteligencias
extraterrestres (HET). Muchas de estas experiencias estaban más próximas a las
visiones de los místicos o a algún otro tipo de encuentro con lo sobrenatural
que a una observación casual del aterrizaje de una todopoderosa civilización
extraterrestre. Además la irrupción caótica de diferente fenomenología
paranormal en la vida de los testigos no hacían presagiar nada bueno para la
HET
Con el tiempo, entendí
que era crucial abordar estos relatos no solo como fenómenos aislados que
habían brotado a partir de 1947, sino como una continuación de un rico folclore
que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Al igual que otros
estudiosos defiendo que existe una conexión entre los encuentros cercanos con OVNIs
y las antiguas tradiciones de extrañas entidades y criaturas que han sido
descritas en múltiples culturas a lo largo y ancho del planeta. En este
sentido, me parece que el fenómeno OVNI no es nada nuevo; más bien, es una
versión actualizada de manifestaciones añejas que nuestros antepasados
interpretaron como hadas, demonios, duendes, o seres celestiales, cada uno
adaptado el fenómeno a la cosmovisión y las creencias de su época, pero que a
su vez, lo más extraordinario es que el fenómeno parecía aceptar este rol en
sus escenificaciones.
Desde un principio asumí
que no debíamos comprar la imagen que se nos presentaba en estos encuentros
como lo que pretendía ser, o sea, un reflejo fiel de la verdadera naturaleza o
el origen. Entiendo que lo que observamos es solo una representación
distorsionada, un eco de algo más profundo y complejo que juega ampliamente con
nuestros modelos socioculturales. Aquí es donde entra en juego lo que he
denominado la "Teoría de la Distorsión". En esencia, esta idea
propone que lo que vemos y experimentamos durante un encuentro cercano está
profundamente influenciado por nuestras propias creencias, expectativas y el
contexto cultural en el que vivimos. Es decir, el fenómeno OVNI no se presenta
de manera objetiva o pura; está filtrado por nuestra mente y nuestras
percepciones, que, a su vez, están condicionadas por factores sociales e
históricos. Y lo más extraño de todo, es que estas particularidades, el
fenómeno las hace suyas como vehículo de expresión. Uno de los puntos clave es
comprender la similitud entre los relatos de encuentros con platillos volantes y
los mitos y folclores antiguos. A lo largo de los siglos, la humanidad ha
reportado múltiples encuentros con entidades y seres de todo pelaje que, aunque
reciben nombres diferentes según la época y la cultura, comparten muchas
características en común, como aparecer y desaparecer a su antojo, venir
acompañados de luces o fulgores, o ser portadores de ambiguos y desconcertantes
mensajes que no aclaran nada de sus motivaciones o intenciones. Lo que parecía indicar que, de forma
soterrada, los observadores, tenían un papel crucial a la hora de dar forma a
la estética de estas manifestaciones. En otras palabras, parecía que había una
especie de comunicación encubierta entre los testigos y el fenómeno, en la cual
los detalles de la escenografía que se observaba eran telegrafiados desde el
inconsciente de los individuos. ¿Es posible que lo que vemos en un encuentro
cercano no sea más que un reflejo de nuestras propia psique proyectada de
vuelta hacia nosotros por una fuerza desconocida? Lo que es indudable es que, a
pesar de que han pasado muchas décadas, ningún investigador de lo forteano ha
logrado desentrañar el misterio que persigue incansablemente en su disciplina.
Ni tenemos un Bigfoot, ni un fantasma y muchos menos un ufonauta atrapado para
su exhibición pública. Es como si hubiera una infranqueable barrera que nos
impidiera acceder a la verdadera naturaleza o esencia de estas manifestaciones,
una barricada elevada por nuestra propia percepción y por los condicionamientos
socioculturales que a modo de ruido nos impide escuchar con claridad el mensaje.
De esta forma, llegué a una
conclusión que vertebra por completo mi percepción de estos eventos, y es que
lo observado está inevitablemente influenciado por el observador. El fenómeno OVNI,
a través de los años, ha demostrado una capacidad camaleónica para abrazar la
forma que mejor encaja con las creencias y los mitos vigentes en cada momento
de la historia. De hecho incluso los informes ufológicos de las décadas de los
cincuenta y sesenta tienen una pátina asociada a la tecnología de la época que
hace que dichos sucesos a día de hoy nos parezcan vintage e incluso ridículos.
Por tanto, si el fenómeno puede cambiar su apariencia de esta manera, ¿cómo
podemos confiar en que lo que vemos refleja su verdadera naturaleza? Pero sobre
todo, ¿es el fenómeno el que cambia a voluntad para engañarnos o son los
testigos los que en última instancia promueven estos cambios estructurales en
la apariencia de las manifestaciones?
En este sentido, la Teoría
Distorsión, ofrece una aproximación al núcleo del problema partiendo de la base
de que los encuentros cercanos con OVNIs no son experiencias objetivas en el
sentido tradicional, sino que están condicionadas y acotadas por la psique del
testigo y por factores culturales y sociales. Estamos ante unas visiones
maleables y altamente interactivas que son producto de una serie de
conjunciones que se mezclan de forma impredecibles para crear una escenografía que
recibe nomenclaturas sobrenaturales, tales como apariciones marianas,
encuentros con animales o monstruos desconocidos, experiencias con espíritus, o
relatos de hadas. Por lo que el testigo desempeña un papel activo en la
construcción de la experiencia, y el fenómeno OVNI funciona como una especie de
"catalizador" que activa una respuesta psicológica y cultural en el
individuo, dando lugar a una experiencia que es tan personal como universal. Esto
podría explicar por qué los relatos de encuentros cercanos varían tanto entre
personas, y por qué los detalles de las descripciones a menudo reflejan
elementos profundamente ligados a las creencias y expectativas individuales.
Incluso los escenarios observados parecen ajustarse a ciertas zonas
geográficas, lo que sugiere un factor endémico en las apariciones. En otras
palabras, las estéticas de estos fenómenos necesitarían una transmisión
cultural para que ciertos roles fueran conocidos y representados por el
fenómeno en otros lugares. Esto, a su vez, indicaría que las manifestaciones
forteanas no son las creadoras de esta manipulación estética, sino que se ven
influenciadas por los contextos culturales existentes.
Desde este enfoque el
fenómeno OVNI no puede ser entendido únicamente desde una perspectiva
materialista o física. Si bien es tentador y sugestivo pensar en los platillos
volantes como naves de otros mundos con tuercas y tornillos, la realidad parece
ser mucho más compleja ya que podemos estar simplemente ante una actualización
de un fenómeno ancestral que acompaña al ser humano desde los albores de su
existencia. La interacción entre el fenómeno y el testigo crea una especie de
"teatro" en el que los elementos visuales, narrativos y emocionales
se entrelazan para producir una experiencia única que desafía cualquier intento
de catalogarla o clasificarla de manera definitiva en algún marco conocido por
nuestra ciencia. La clave podría residir en que no estamos lidiando con algo
totalmente exógeno que actúa de manera independiente, sino con una interacción
entre un agente externo desconocido y la mente de los observadores. Esta
comunicación entre partes distorsiona lo que percibimos, creando una pantalla
hipnótica que se resiste a las explicaciones convencionales. Es como si el
fenómeno tuviera la capacidad de expandirse en nuestra realidad sobre la base
de nuestras creencias y expectativas personales, adaptándose a ellas para crear
una experiencia absolutamente envolvente e inmersiva que nos resulta en cierta
medida comprensible, pero que en
realidad oculta una naturaleza más profunda. Es importante comprender, para no
llegar a equívocos, que las experiencias ufológicas existen independientemente
del testigo, pero muy probablemente no responden a un fenómeno tecnológico tal
y como lo hemos asumido. Creo que las apariciones de luces o entidades siguen
ciertos patrones comunes en su forma inicial, posteriormente, ya sea por la
distancia o el tiempo de exposición, en un determinado momento la estética de
la manifestación adquiere unos rasgos estéticos muy definidos debido a la interacción
con los observadores. Y curiosamente esta estética que vemos en algunas
manifestaciones forteanas es lo suficientemente clara, para que no tengamos
dudas de que nos hallamos frente a unos visitantes extraterrestres, unos ángeles,
difuntos o duendes.
No todas las personas que presencian estas
apariciones logran interactuar con ellas de manera que las mismas
"reaccionen" o "muten" ante su presencia. Lo interesante es
que estas experiencias pueden despertar en nosotros ciertos cambios, o efectos
paranormales dependiendo de cuán inmersos estemos en el evento. Aunque estas
experiencias ocurren fuera de la mente del testigo, tienen profundas
ramificaciones internas. Parecen ser una superposición de realidades: la física
y la psíquica que dan paso a una tercera vía. En cuanto a las secuelas físicas
que a veces acompañan estos eventos, parece que no siempre actua del mismo
modo, por ejemplo, los OVNIs, que emiten luz, no siempre producen los mismos
efectos en el entorno o en quienes los ven. La interacción del testigo con el
fenómeno parece ser clave también para determinar el impacto de los encuentros
o sus repercusiones.
Es importante destacar
que los encuentros con estas entidades o fenómenos a menudo incluyen una serie
de elementos comunes, como estados alterados de conciencia, zumbidos, cambios
en la percepción del tiempo y el espacio, e incluso el despertar de habilidades
extrasensoriales. Estas características nos hacen pensar en experiencias
similares registradas a lo largo de la historia, en las que las personas han
reportado encuentros con otras criaturas extrañas o entidades misteriosas
alejadas a priopri de lo OVNI.
Cuando presenciamos un
encuentro cercano con supuestos habitantes de otros mundos, lo que estamos
registrando no es exactamente lo que está ocurriendo frente a nosotros. Es más
bien como ver una película a través de unas gafas de realidad aumentada que
distorsionan la escena, adaptándola a las creencias y expectativas de cada
espectador. El fenómeno OVNI, por ejemplo, podría formar parte de un vasto
universo cognitivo que nuestra mente intenta descifrar utilizando
"códigos" que nos resulten comprensibles. Este filtro mental nos
impide ver el fenómeno tal cual es, y en su lugar, lo interpretamos y
percibimos de manera limitada o incluso alterada, ya que nuestra psique se
esfuerza por darle sentido a algo que, en esencia, está más allá de lo que
podemos comprender del todo. Lo que observamos, entonces, no es la realidad
completa, sino una versión adaptada que encaja con nuestra forma de entender el
mundo, tanto el conocido como el misterioso.
Esto explicaría por qué
dos personas pueden experimentar el mismo fenómeno pero interpretarlo de
maneras completamente diferentes. Una persona podría verlo como un OVNI,
mientras que otra podría interpretarlo como una aparición divina. El fenómeno
es real, pero cada mente lo "traduce" de manera distinta según sus
propios filtros y creencias. Comprender que esta distorsión existe es el primer
paso para empezar a descifrar qué es lo que realmente estamos presenciando.
Aunque tal vez nunca lleguemos a entenderlo por completo, aceptar que lo que
vemos está filtrado por nuestra mente es clave para acercarnos un poco más a la
verdadera naturaleza de estos fenómenos.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
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