domingo, 4 de mayo de 2025

OVNIS Y PLATILLOS VOLANTES ¿ESTAMOS HABLANDO DE LO MISMO?




Durante décadas, los cielos han sido escenario de la idas y venidas de luces extrañas, objetos imposibles y relatos que parecen sacados de novelas de ciencia ficción. Pero dentro de esta narrativa que suele agruparse bajo el paraguas de lo “ovni”, existe una distinción clave que suele pasar desapercibida: no es lo mismo hablar de ovnis que de platillos volantes.

Aunque ambos conceptos parecen intercambiables es obvio, que si los miramos de cerca, estamos ante dos realidades muy distintas. Entender esta diferencia no solo cambia la forma en que interpretamos estos sucesos, sino que abre la puerta a una comprensión más compleja y matizada del fenómeno.

La sigla OVNI significa “Objeto Volador No Identificado”. Y ese es, justamente, su significado más puro: algo que vuela y que no podemos identificar. No implica tecnología, ni tampoco necesariamente vida extraterrestre. Puede ser un dron, un fenómeno atmosférico poco común o, incluso, algo que no encaja en nuestras categorías actuales de conocimiento.

En cambio, cuando hablamos de platillos volantes, entramos en otro terreno. Aquí ya no estamos ante algo indefinido, sino de una imagen concreta y diáfana, casi cinematográfica. Los testigos hablan de naves con luces, ventanillas, antenas y demás accesorios. En muchos casos, cuando estos artefactos aterrizan, se describen figuras humanoides descendiendo de ellos: seres con apariencia antropomorfa, a veces vestidos con trajes ajustados, cascos o uniformes brillantes, que parecen interactuar momentáneamente con el entorno e incluso con los testigos antes de desaparecer tan misteriosamente como llegaron. Y lo más delatador es que no son seres humanos.

Según la Teoría de la Distorsión, esto no es casual: los platillos volantes formarían parte de un tipo de experiencia visionaria estructurada, con raíces profundas en la historia de la humanidad y con mucha vinculación con otros folclores. De hecho, muchos elementos presentes en estas visiones modernas recuerdan a relatos que se pierden en la noche de los tiempos que narran los encuentros con apariciones sobrenaturales, carros celestiales, entidades extrañas o incluso, tienen semejanzas notables con las experiencias chamánicas. 

El platillo volante y el ufonauta sería una especie de "decorado" que adopta formas modernas, pero responde a un patrón muy antiguo: el del mito. El platillo volante no es tanto una "nave" en sentido físico de tuercas y tornillos como una estructura narrativa y simbólica que se actualiza según la cultura y la época, pero cuya raiz ya ha sido vista previamente. 

Si afinamos nuestro análisis, veremos que incluso en la evolución del fenómeno de los platillos volantes se percibe claramente esta constante actualización.

Durante los años 50, por ejemplo, el platillo volante se presenta con una estética retrofuturista, brillante y optimista, muchas veces acompañado de seres humanoides con mensajes de paz interplanetaria. Estos visitantes solían mostrarse preocupados por la amenaza nuclear y por el rumbo destructivo de la humanidad, desempeñando un rol casi mesiánico. La iconografía de las naves y los trajes de los ocupantes evocaba el diseño de la ciencia ficción de la época, en plena efervescencia cultural del espacio. Todo resonaba a demasiado "humanizado".

Sin embargo, a medida que las décadas avanzan, ese relato empieza a oscurecerse. Los mensajes de armonía cósmica dan paso a experiencias más extrañas, inquietantes y ambiguas. La escenografía cambia: las consolas con botones luminosos y palancas ya no parecen convincentes, y muchos elementos antes recurrentes comienzan a percibirse como obsoletos, anticuados, casi ingenuos frente a un nuevo avance de la tecnología. Pero el platillo y el ufonauta, lejos de desaparecer, se reinventan para, por un lado seguir siendo reconocibles dentro del imaginario colectivo, y por otro adoptando nuevas formas que sigan resonando con los miedos, aspiraciones y símbolos del presente.

Por tanto diferenciar entre ovnis y platillos volantes no es una cuestión terminológica, sino una oportunidad para profundizar correctamente en las distintas capas que presenta el fenómeno. Los ovnis pueden ser cualquier cosa, o incluso ninguna cosa en sí misma. La diferencia, aunque sutil, es crucial. Los ovnis son fenómenos que escapan a una interpretación única. Están abiertos a múltiples respuestas porque habría que analizar cada caso de forma individual. En cambio, los platillos volantes responden a una narrativa mucho más cerrada, casi teatral, con una puesta en escena que nos recuerda eventos de otros tiempos convenientemente actualizados.

Determinar si los platillos volantes existen independientemente de la realidad de los ovnis podría ofrecernos una valiosa oportunidad para comprender si realmente estamos ante visitantes de otros mundos o si, por el contrario, nos enfrentamos a un fenómeno ancestral que involucra a la conciencia humana en su búsqueda y exploración de otras realidades. En este sentido, el misterio de los platillos volantes podría ser menos una cuestión de astrobiología… y más una cuestión de psicología profunda, folclore en construcción y exploración de los límites de la percepción humana.





JOSE ANTONIO CARAV@CA


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