domingo, 10 de agosto de 2025

¿SUEÑA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL CON OVNIS ELÉCTRICOS?

 





En los últimos años, las inteligencias artificiales (IA) han irrumpido con fuerza en nuestras vidas, transformando radicalmente nuestra forma de trabajar y de entretenernos. Pero, sobre todo, las IA que generan imágenes nos han ofrecido una nueva y sorprendente forma de mirar el mundo. Han producido escenas y videos que parecen salidos de un sueño… o de la imaginación de algún explorador interestelar. Muchas de sus creaciones despiertan asombro y desconcierto por su carácter original y casi alienante. Son imágenes que no se asemejan a nada que hayamos visto antes y que, sin embargo, ejercen un inexplicable e irresistible magnetismo.

Las imágenes generadas por IA a menudo tienen un aire inquietante porque mezclan lo familiar con lo extraño, creando rostros y escenas que parecen casi reales, pero con detalles que no encajan y resultan turbadoras. Son composiciones de alta singularidad. Auténticas rarezas. Una nueva forma de presentar la realidad bajo una mirada que no pertenece del todo al ser humano. No estábamos entrenados para su “arte”.

Curiosamente, esta atmósfera irreal, casi sobrenatural que aparece en nuestra pantallas, a medio camino entre lo grotesco y lo sublime, encuentra un eco inesperado en otro ámbito. En un terreno donde no se esperaría hallar esta hermandad.

En los relatos de encuentros cercanos con ovnis.

Desde mediados del siglo XX, miles de testigos han reportado supuestos contactos con civilizaciones extraterrestres. El contenido de sus narraciones no era lo esperado. Lejos de presentarse como una visitación alienígena coherente, los archivos de los ufólogos mostraban una narrativa confusa y desordenada, donde lo más mundano se acoplaba con lo extraordinario. Hay casos en los que un platillo volante aterriza junto a un corral para robarse unos conejos causando estupor como los protagonistas de una mala película de serie B, así como sucesos donde unos  ocupantes de aspecto humanoide, enfundados en trajes de astronautas, se mueven como si caminaran sobre la superficie lunar. Incluso hay decenas de crónicas de criaturas aparentemente surgidas de las profundidades del cosmos que actúan con gestos torpes o ridículos, auxiliadas de tecnologías que, vistas bajo la mirada del hombre del siglo XXI nos parecen anticuadas o impostadas. De cartón piedra.

Tal ha sido la explosión de extrañeza que trajo estas bombas ufológicas, que los investigadores se vieron obligados a ampliar sus hipótesis casi hasta el infinito para intentar darles algún sentido más allá de los extraterrestres. Por esta razón el estudio de los ovnis es un terreno fértil para la confusión y la anarquía de pensamiento.

Lo curioso es que tanto en el material generado por IA como el recogido en los cuadernos de campo de los ufólogos aparece un patrón inquietante: la composición no encaja del todo con lo que nuestra mente espera, aunque por el contrario si es capaz de reconocer trazos que funcionan como perfectos asideros para la construcción de una “identificación”.

La IA, utiliza millones de imágenes, combinando estilos, épocas y objetos de manera no lineal, produciendo “errores”, perspectivas imposibles y composiciones sumamente escalofriantes. De manera similar, los encuentros cercanos con ovnis se asemejan a un collage mal ensamblado, una sucesión de imágenes hipnóticas que buscan telegrafiar una idea, pero cuyo significado no se concreta del todo. Cómo si fuera una transmisión inacaba, defectuosa o emitida por una fuente que no procesa el lenguaje de forma análoga a nuestra forma de comunicar. Los platillos volantes estaban humanizados como si los alienígenas hubieran desarrollado una ciencia calcada de la nuestra.

En ambos casos, en la IA y los ovnis, lo absurdo puede tener una lectura más allá del fallo, entendiéndolo como parte esencial de su lenguaje que quizás quiere sintetizar y expresar algo fuera de nuestro alcance pero no demasiado lejos. Hay, sin embargo, un rasgo claro que comparten tanto las imágenes generadas por la IA como las visiones de platillos volantes: una cualidad perturbadora. Rompen nuestros esquemas mentales y nos obligan a pensar… o, mejor dicho, a repensar.

Rompen nuestros automatismos cognitivos, la rutina perceptual salta por los aires y abren un espacio nuevo de interpretación. La visión de una maquina pilotada por ufonautas en mitad de nuestro jardín nos obliga a replantearnos qué entendemos por real, por coherente y por significativo.

Podría decirse que la IA, al intentar imitar nuestro complejo mundo sin entenderlo completamente, crea imágenes que hablan un lenguaje propio. Un código bizarro y híbrido, que no es ni humano ni totalmente computacional. De forma análoga, muchos encuentros ovni parecen intentos de copiar y procesar nuestra forma de pensar. Nuestra tecnología y hasta nuestra cultura. Ambos son sistemas replicantes y parasitarios. Crean algo a partir de algo ya existente.

 Tanto la IA como el hipotético “alienígena” de otro mundo parecen ensayar formas de comunicación que inevitablemente chocan con nuestras convenciones culturales y estéticas. Quizás nuestra psique irrumpe en esta comunicación con sus filtros y es la que desencadena esa tormenta de ruido “visual” que encontramos en los encuentros cercanos. Porque al igual que la IA se conecta a nuestras bases de datos para aprender, este fenómeno desconocido podría valerse de su interacción con la psique de los observadores para elaborar su manifestación. Nosotros somos la “base de datos” de los ovnis.

Pero no solo la inteligencia artificial o  los encuentros cercanos despliegan este lenguaje extravagante y enigmático. Existe otro agente, más antiguo y profundamente humano, que comparte estas características: el mundo onírico. ¿Es posible que los sueños tengan algunas claves para desvelar los secretos de estas manifestaciones?


LA INTERFAZ OCULTA ENTRE SUEÑOS, IA Y OVNIS

A nadie se le escapa que los sueños también transforman de manera magistral, noche tras noche, lo cotidiano en símbolos crípticos y construyen mundos desde cero para presentar complejas narrativas indistinguibles de la realidad. En los sueños lo irracional y lo familiar conviven abrazados, y fabrican imágenes o escenas que desafían la razón convencional, aunque mientras dormimos no nos damos cuenta. Hay que recordar que los sueños es el territorio liminal por excelencia, frontera entre lo consciente y lo inconsciente, y donde se a veces emergen fenómenos desconcertantes como las premoniciones.

En este sentido, el universo onírico funciona como un puente entre la experiencia humana y formas de percepción o comunicación que trascienden la lógica racional, muy parecido a lo que sucede con las creaciones de la IA y los encuentros con lo inexplicable.

El modus operandi de los sueños, con su capacidad para articular arquetipos, metáforas y ficciones que no siguen las reglas de la lógica consciente, podría ofrecer una clave fundamental para comprender estos fenómenos visionarios. Es posible que lo que llamamos encuentros cercanos sea el resultado de una interacción compleja entre la psique humana y un agente externo desconocido donde la mente, al intentar dar sentido a la comunicación, genera una capa simbólica y perceptual que actúa como filtro “traductor”. Esta "interfaz" no sería más que una manifestación de un fenómeno cognitivo ancestral, un espacio compartido donde lo interno y lo externo se entrelazan, dando forma a experiencias que trascienden nuestra comprensión habitual pero que, a la vez, reflejan profundamente la naturaleza humana en su intento constante por traducir lo desconocido a un lenguaje propio.

En cierto modo las visiones ufológicas del siglo XX fueron la manifestación más “viral” de un fenómeno adaptativo, cuyo contenido “tecnológico” no es más que el envoltorio moderno de un mensaje más profundo y atávico. Hay que entender que una visión que bordea lo sobrenatural o lo extraordinario, produce una fisura en nuestra psique, movilizando áreas profundas poco exploradas. Al fin y al cabo, más allá de la parafernalia de una puesta en escena espectacular, estas apariciones nos incitan a reconstruir la noción de "realidad" desde marcos de referencia distintos a nuestras lógicas cotidianas y culturalmente condicionadas desde nuestra niñez. Ese puede ser el punto de partida.

Es posible que este aprendizaje que hemos llamado encuentros con platillos volantes y ocupantes se exprese a través de un lenguaje nuevo, cargado de símbolos, errores y momentos de pura poesía absurda. Quizá, al final, tanto la IA, el sueño como el ovni estén comunicándonos lo mismo: que la realidad tiene más versiones de las que podemos concebir, y que la más sorprendente de todas podría ser aquella que todavía no hemos aprendido a leer.



JOSE ANTONIO CARAV@CA

Prohibido la reproducción total o parcial del material incluido en el presente blog sin previa autorización del autor. Propiedad de José Antonio Caravaca.



martes, 5 de agosto de 2025

LA ERA OVNI Y EL FIN DE LOS VIEJOS MITOS

 







Bajo los claros infinitos del inconsciente colectivo yacen los vestigios de un mundo poblado por hadas, duendes, ángeles, demonios y apariciones marianas. Estas entidades, construidas a lo largo de milenios, funcionaban no solo como explicaciones simbólicas para lo inexplicable, sino también como mecanismos de control cultural, guía moral o simple consuelo ante lo desconocido. Nombraba lo inefable.

 Sin embargo, a partir del siglo XX, y especialmente tras 1947 estas figuras comenzaron a desvanecerse del imaginario popular, siendo reemplazadas por un nuevo protagonista, el el extraterrestre que descendía del reluciente platillo volante.

Desde la perspectiva de la Teoría de la Distorsión el fenómeno OVNI no representa una realidad objetiva sino una manifestación adaptativa de un "agente externo" que abraza la forma culturalmente más creíble para cada época debido principalmente a su interacción con los observadores. En la Edad Media se aparecía como vírgenes o ángeles; en la Europa rural, como duendes o hadas; y en la era de la bomba atómica y los viajes espaciales, como visitantes alienígenas.

En esta visión, los ovnis no solo sustituyen a los mitos imperantes, sino que los distorsionan y reciclan, cambiando de rostro sin abandonar el fondo. Se trata de un fenómeno metamórfico que se manifiesta de forma distinta dependiendo del filtrado cultural propuesto por los testigos. Donde antes un campesino veía un hada luminosa, hoy un abogado describe un habitante de otro mundo. El canal de percepción cambia sus códigos interpretativos, pero la sustancia del misterio permanece. ¿Cómo se explica esto?

No se trata únicamente de un proceso cognitivo ligado al nivel educativo o cultural de los testigos, aunque es cierto que hoy disponemos de un mayor repertorio conceptual para describir lo inusual, algo impensable siglos atrás. Pero hablamos de otro tipo más radical de filtrado cognitivo.

Lo que realmente estamos observando es un fenómeno que, en su interacción psíquica con el testigo, parece adoptar formas comprensibles y reconocibles según los códigos culturales del momento. Así, experiencias que antaño se interpretaban como encuentros con seres sobrenaturales o místicos, hoy se presentan bajo el ropaje de civilizaciones alienígenas.

Desde un enfoque sociológico, la sustitución de lo mítico por lo extraterrestre también responde a los cambios en la epistemología colectiva. La ciencia y la tecnología han desplazado a la religión y al mito como ejes de interpretación de la realidad y sobre todo de las manifestaciones que no comprendemos. En este nuevo orden, ya no tiene sentido hablar de “ángeles” o “demonios”, porque esas categorías han perdido peso explicativo; en su lugar, emerge el “platillo volante” o el “ufonauta”, figuras contemporáneas que cumplen roles muy similares a los antiguos visionarios o profetas pero que se ajustan mejor a un marco donde las supersticiones y creencias no encuentran tantos asideros. Nuestra psique descarta de forma involuntaria roles pasados al comprender que están desfasados y no encajan en nuestro mundo. Sin embargo, cuando las creencias individuales lo permiten, esas viejas imágenes aún pueden manifestarse con toda su fuerza simbólica, abriéndose paso desde lo profundo del imaginario hacia nuestra realidad cotidiana.

Los extraterrestres que trajeron los OVNIs son el reflejo moderno de nuestras expectativas e imaginería. Son las criaturas emergidas del inconsciente colectivo, tanto como lo fueron los duendes para el aldeano de hace siglos.

El alienígena no vino del espacio profundo, sino del fondo de nuestra necesidad ancestral de interpretar lo desconocido. Los platillos volantes no enterraron a las hadas, los ángeles o la Santa Compaña: los transmutó. Allí donde antes hubo luces de brujas, ahora hay naves tecnológicas. Donde hubo milagros, ahora hay ciencia extraterrestre. Y las apariciones marianas, se convirtieron en encuentros del tercer tipo.

Aunque quizás lo más importante de todo este baile de nombres y máscaras es que el fenómeno OVNI probablemente sea solo otra fase de una larga conversación entre lo humano y lo inexplicado. La historia de este fenómeno ancestral no termina: solo cambia de rostro.




JOSE ANTONIO CARAV@CA

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